Capítulo 130
Amelia lo miró con duda, sin atreverse a abrir demasiado la boca.
Durante los dos años que estuvo casada con Dorian, nunca tuvieron ese gesto de alimentarse el uno al otro y menos
ahora.
Pero Dorian era paciente, con una mano sostenía el plato y con la otra, los cubiertos; inclinó la cabeza y la observó sin prisa, aunque su mirada le generaba a Amelia una presión inmensa. Al final, dudosa, abrió la boca.
Después de la primera cucharada, vino la segunda.
Él se mostraba tranquilo en su expresión y gestos, no parecía incómodo en lo más mínimo.
En comparación, Amelia se veía mucho más tímida.
Habiendo perdido mucha sangre y sin comer nada en todo el día, se sentía débil y hambrienta, pero mientras Dorian la alimentaba personalmente sentía una gran presión. Después de unas cuantas cucharadas que apenas calmaron el hambre, ya no pudo seguir comiendo.
“Ya estoy llena”, dijo con voz suave.
Él echó un vistazo al plato que apenas habia tocado y no la apuró, solo la miró con calma: “Amelia, te preocupa ser una molestia para mi, pero ¿tienes a alguien más a quien molestar?”
Ella frunció los labios, sin decir una palabra.
Realmente no tenía a nadie más.
Su círculo de amigos ya era lamentablemente pequeño y la única a la que se atrevía a pedir que la ayudara en el hospital era Frida, pero no estaba en Arbolada.
En su casa, el único dispuesto a cuidar de ella era Fausto, pero ahora Fausto también necesitaba que lo cuidaran, no podía hacerse cargo de ella.
Y no quería preocuparlo.
“Puedo contratar a una enfermera”, dijo en voz baja, mirándolo, “en realidad no es tan grave, con unos días de descanso
estare bien.
Dorian inquirió: “¿Qué se supone que es grave? ¿Perder un brazo o una pierna?”
Ella no se atrevió a continuar la conversación.
Él le dio otra cucharada y esperó a que se la comiera; solo entonces su expresión se suavizó un poco.
“¿Cómo te lastimaste?”, preguntó Dorian.
“Solo mala suerte, pasé por allí justo cuando cayó el letrero”, explicó Amelia con un poco de vergüenza. Solo estaba de paseo por el mercado, ¿quién hubiera pensado que le tocaría una desgracia con tan poca probabilidad?
Dorian se imaginó la escena y una leve sonrisa se dibujó en sus labios: “Eso si que es tener mala suerte”.
Ella asintió en acuerdo, sintiéndose un poco desanimada.
Originalmente planeaba regresar al día siguiente, pero con esa desafortunada lesión, tendría que reprogramar su vuelo. “¿Qué hacías por esa zona?”, preguntó Dorian.
Amelia respondió: “Hace dos años que no venía, quería pasear por el casco antiguo, comprar algunos regalos y así”.
Dorian recordó lo que ella dijo sobre haber comprado un boleto para regresar a Zúrich al día siguiente y se detuvo por un momento antes de mirarla: “¿Te vas mañana?”
Amelia asintió ligeramente: “Eso estaba planeado, pero ahora…”
Miró hacia la herida en su brazo derecho: “Tal vez en unos días, cuando la herida esté mejor”.
Él asintió: “¿Así que realmente decidiste renunciar?”
Amelia sabia a lo que se refería: al proyecto del resort de estilo tradicional y a la oferta de convertirse en la directora de diseño de Esencia-Rufino Estudio.
“Yo” Amelia abrió la boca, no obstante no sabia qué responder, todavía no habla tomado una decisión,
Pero definitivamente tenía que volver a Zúrich.
Había regresado apresuradamente y todavía tenía cosas por resolver allá; sus pertenencias y su vida seguían en ese lugar.
Dorian no dijo más y la atmósfera que había empezado a calmarse volvió a tornarse pesada.
Amelia también guardó silencio por un momento antes de mirarlo y preguntar. “Dorian, ¿crees que podríamos seguir siendo amigos?”
“No podemos”, respondió Dorian, con un tono calmo pero decidido, sus ojos oscuros fijos en ella.
Ella esbozo una sonrisa: “Yo también pienso que no”
Él la observó sin decir nada.
“De hecho, tenías razón, realmente me gusta este proyecto. Me gusta mucho la cultura tradicional y siempre quise diseñar un edificio con ese estilo, pero debido a mi poca experiencia, nunca tuve la oportunidad de trabajar en algo así, nadie confiaba en mi”, dijo mirándolo, “Dorian, te agradezco mucho por darme esta oportunidad”.
Él respondió: “No tienes que agradecerme, cuando el proyecto fue aprobado, no sabía que eras tú quien lo diseño”.
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