Capítulo 218
Rufino era un tipo con una eficiencia envidiable y una red de contactos que parecia no tener fin. No pasó mucho tiempo hasta que le encontró a Dorian una candidata para una cita a clegas.
Con esmero, había impreso el perfil de la chica y se dirigió a la oficina de Dorian para entregárselo en persona.
“Mira, ya te busqué a alguien, es la hija de una amiga de mi mamá. La chica está buena, es guapa y todo, pero es muy exigente con sus parejas, por eso no ha encontrado a nadie que le cuadre. Ahora su mamá le está metiendo presión para que se case, así que está buscando a alguien más o menos para salir del paso, y creo que tú le caerías bien.”
Mientras hablaba, Rufino ya había dejado el dossier en el escritorio de Dorian.
Dorian ni siquiera lo miró, su atención estaba fija en la computadora: “Solo puedo sacar una hora para encontrarnos. Si ella está de acuerdo, organizalo tú. Que sea cerca de la oficina.”
Rufino sonrió: “¿Esto qué es, un matrimonio o un negocio?”
Él respondió sin levantar la vista: “¿Hay alguna diferencia?”
Su amigo asintió: “Vale, lo arreglaré. Si a ella no le importa, todo está bien.”
Si no fuera porque la chica tenía tantas ganas de conocer a alguien, Rufino no se atrevería a empujar a Dorian a una situación así.
Justo en ese momento, el celular de Dorian sonó.
Al ver la pantalla, se dio cuenta de que era una llamada de su mentor, Rubén.
Contestó de inmediato.
Rubén quería invitarlo a la inauguración de la nueva empresa de materiales de construcción de su hijo.
Xavier, el hijo de Rubén, iba a abrir su negocio el sábado y necesitaba a algunas personas influyentes para darle prestigio al evento.
El Grupo Esencia, aunque variado en su alcance, tenía un enfoque particular en bienes raíces y hoteles, su influencia en
el sector era considerable.
Dorian conocía a Xavier y tenía una buena opinión de él; era un chico trabajador y humilde.
A pesar de que su padre era un arquitecto y profesor universitario reconocido, Xavier no se apoyaba en el renombre de su padre, sino que se esforzaba por avanzar por su cuenta.
“Claro, iré el sábado.”
Aceptó la invitación sin titubear.
“¿Rubén?”
Después de colgar, Rufino preguntó con incertidumbre.
Había visto el nombre “Rubén” en la pantalla del celular de Dorian, pero no estaba seguro si se trataba del Rubén que él admiraba tanto.
“Ah, si, confirmó Dorian con un asentimiento, “el mismo que tú admiras.”
“Entonces tienes que llevarme el sábado.”
Rufino lo dijo sin pensar, casi por inercia.
Como profesional en diseño arquitectónico, conocía bien la reputación de Rubén y siempre habia admirado su trabajo. Pero, al estar trabajando en el extranjero, no había tenido la oportunidad de conocerlo.
Ahora que se presentaba la ocasión, no iba a dejarla pasar.

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