Mi Hija Llama Mamá a Otra romance Capítulo 45

Candela lo pensó un momento y terminó por aceptar que la propuesta no sonaba nada mal.

Si el tipo resultaba ser un patán sin remedio, la verdad era peligroso que ella, siendo mujer, fuera a plantarle cara sola.

—Entonces te encargo eso, ¿sí?

—No tienes que ser tan formal conmigo.

Cuando Raúl dijo eso, su voz se volvió tan suave que casi podía tocarse, y en sus ojos bailaba una calidez apenas disimulada.

Candela, sin embargo, solo lo tomó como una muestra de la amistad que compartían desde la universidad. Ni se le pasó por la cabeza que hubiera otro fondo en esas palabras.

Al bajarse del carro, Candela agitó la mano para despedirse de Raúl.

Raúl bajó la ventanilla.

—No me voy hasta verte entrar al edificio.

Candela no supo cómo negarse, así que solo volvió a agitar la mano.

—Bueno, cuídate en el camino. ¡Nos vemos!

—Hasta luego.

El estacionamiento tenía calefacción; el viento helado de la noche no lograba colarse. Candela llevaba el abrigo al brazo, caminando hacia el elevador.

Raúl se quedó en el carro, observando cómo Candela se alejaba poco a poco.

Las palabras de Candela esa noche seguían resonando en su mente: esa frase de que ya no quedaba nadie en Nueva Arcadia a quien extrañara, le había caído como una piedra lanzada en un lago tranquilo. Las ondas seguían agitándole el pecho.

No lograba recuperar la calma.

Volvió a lamentar haberse marchado aquella vez.

Durante su tiempo en el extranjero, además de ocuparse de sus negocios, había investigado a fondo la vida de Candela en el país.

Supuso que ella se había casado, incluso supo que el esposo tenía un hijo de un matrimonio previo.

Y ese tipo no la trataba bien...

No hacía mucho, Candela había perdido un hijo.

Cuando supo todo eso, cómo deseó poder tomar el primer avión de regreso, buscar al desgraciado y darle una paliza por imbécil.

Pero la razón le decía que eso solo asustaría a Candela.

Además, el marido de ella tenía mucho peso, y Raúl, en ese momento, no tenía la fuerza suficiente para plantarle cara.

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