Mi Matrimonio Inmediato con un Magnate romance Capítulo 1179

Los bocinazos continuaban detrás.

El hombre, aparentemente sordo a estos.

No desvió la mirada hasta que la figura de la mujer desapareció por completo.

La mujer sentada a su lado, con voz suave, le preguntó: —¿Te duele la cabeza de nuevo? Ya he hecho una cita con un médico tradicional, es muy bueno en acupuntura, a ver si puede aliviar de una vez por todas tu insomnio y dolores de cabeza.

El hombre, con un rostro severo, levantó la mano y presionó su entrecejo.

La mujer que acababa de ver...

—Por cierto, ¿qué estabas mirando? —Preguntó curiosa la mujer, mirando hacia afuera de la ventana del auto, pero la verdad no había nada especial.

Solo algunos restaurantes.

Entre ellos, uno que servía cazuela de mariscos.

—Nada, vámonos. —Respondió él secamente.

...

Durante la cena con Elena, Ana recibió una inesperada llamada de un número desconocido.

Presumió quién podría ser.

La empleada de casa de los Jiménez.

—Hola.

—Soy Daniela... señorita Ana me vio hoy y también vio mi collar, mencionó que conocía el origen del colgante de jade. —Daniela habló con voz baja, claramente nerviosa.

Tal vez no esperaba que alguien reconociera el origen de su colgante de jade.

Ana le hizo señas a Elena de que iba a tomar la llamada y se dirigió de inmediato al balcón. Allí, con voz amable, preguntó: —La persona que te dio el colgante de jade, ¿te dijo si además de lograr su propósito, podría tener algún efecto sobre ti?

Daniela, sorprendida, le respondió: —¿Qué? ¿Un efecto sobre mí?

Evidentemente, no sabía nada al respecto y no lo había considerado.

—¿Recientemente has ido al hospital a realizarte un aborto? —Preguntó con firmeza Ana. Su tono seguía siendo amable, incluso compasivo.

Tanto Daniela como su madre, cuando se enfrentaban a la humillación de aquellos malvados que podían controlar sus destinos, no parecían tener otra opción más que el miedo y una resistencia débil a ellos.

Daniela sorprendida, inhaló con brusquedad.

Ana pudo escucharlo claramente desde el celular.

Las lágrimas cubrían con tristeza su rostro.

En ese momento, Patricia estaba parada fuera de la puerta de la habitación de Daniela.

Los empleados vivían en el sótano.

Dudaba enese momento si llamar a la puerta y sacar a Daniela.

Sin importar cuánto preguntara, ni su abuelo ni su tío decían una sola palabra, especialmente su abuelo, quien parecía particularmente agitado, hasta el punto de tener ciertas dificultades para respirar, como si fuera a desmayarse en cualquier momento.

Decidió no seguir adelante con esa idea.

Pero finalmente llamó a la puerta.

—Daniela, ¿estás ahí? Necesito hablar contigo.

Pronto, la puerta se abrió.

Daniela miró sorprendida a Patricia con los ojos hinchados y rojos.

—¿Has estado llorando? ¿Alguien te ha molestado? —Preguntó Patricia.

Daniela negó con la cabeza: —¿Señorita Patricia necesita algo de mí?