Mi Matrimonio Inmediato con un Magnate romance Capítulo 1307

Francisco, hasta ese momento, conducía con las manos entumecidas y el corazón tembloroso.

No se atrevía a imaginar siquiera las consecuencias. Ni lo que hubiera pasado, si Beatriz no hubiera descubierto a Carmen a tiempo.

Corrió con frenesí al hospital y encontró a Beatriz fuera de la sala de hospitalización.

—No es nada grave. No te preocupes, ya le sacaron sangre para análisis y estamos esperando los resultados. El doctor dijo que debería despertar pronto—, dijo Beatriz al ver a Francisco, quien estaba visiblemente angustiado.

—Muchas gracias—, respondió Francisco de inmediato, mostrando su gratitud.

—No es nada. Ve en este momento a ver a Judith—, sugirió Beatriz.

Francisco se despidió y entró al instante.

Al ver llegar a Francisco, Beatriz se sintió aliviada. Luego le escribió un breve mensaje a Ana en WhatsApp: [Francisco llegó. Judith está bien, tranquila, sigue durmiendo.]

Ana, en realidad, no había podido dormir, esperando la respuesta de Beatriz.

No sabía qué sustancia había rociado Carmen que había hecho que alguien se desmayara al instante. Estaba preocupada, esperando que no afectara la salud de Judith.

Mientras esperaba ansiosa las noticias, decidió contactar a Ignacio para que investigara a Carmen.

[Está bien, mejor ve a descansar ahora que Francisco llegó. Hoy Judith tuvo suerte de encontrarte.]

[Yo también estoy sudando de los nervios. Judith realmente tuvo suerte. No he ido a la tienda estos días; ya que tengo varias y no siempre estoy en la misma, pero justo hoy llegué cuando Carmen estaba allí. Ve a dormir, tranquila no me respondas.]

—

En un sótano alquilado.

Carmen, recién llegada, no podía contener su furia y golpeaba enloquecida la cama con fuerza para desahogarse.

—¡Estuve tan cerca! ¡Solo faltó un paso para traerme a Judith, una joven tan inocente y con fama de escritora! ¡Seguro que habría conseguido un buen precio por ella!

Ya había contactado a los compradores.

Planeaba vender a Ana a una agencia de trafico de personas para que experimentara el cruel sufrimiento que ella había soportado por tantos años.

Aunque estaba llena de odio, sabía muy bien que tenía que irse por un tiempo.

De lo contrario, la policía la capturaría.

Después de empacar apresurada su mochila, estaba lista para irse con ella a cuestas.

Justo cuando abrió la puerta...

Vio a tres hombres frente a ella.

Los tres hombres la miraban sin expresión alguna.

—¿Carmen?

Al oír su nombre, Carmen palideció y de inmediato intentó disimular: —No, yo no soy Carmen. Ella acaba de salir; si se apuran, todavía pueden alcanzarla.