Mi Matrimonio Inmediato con un Magnate romance Capítulo 1567

—Acabo de bajar del avión, saldré enseguida, —dijo entusiasta Alejandro.

Desde el tono aparentemente casual de Alejandro, se podía sentir en ese momento que también deseaba verla cuanto antes.

Ana sonrió amorosa y dijo: —Está bien, te espero.

Media hora después, el muy notable y renombrado Alejandro apareció ante sus ojos.

Él le hizo señas a Ana.

Ana también agitó ansiosa la mano.

Dicen que los reencuentros son más dulces que una nueva unión, y en serio, era esa la sensación.

Después de caminar un largo trecho, el asistente Eduardo, empujando el equipaje, salió detrás.

Gracias a sus largas piernas, Alejandro apresurado cubrió la distancia hasta Ana.

Entonces, la abrazó fuertemente.

—Has adelgazado un poco, —dijo, apoyando su mandíbula en la cima de su cabeza con suavidad.

Ana, conteniendo una sonrisa, respondió enseguida: —No he adelgazado, solo han pasado cinco días desde que te fuiste.

Ella no tenía el hábito de pesarse todos los días, pero podía sentir si había ganado o perdido peso por la forma cómo le quedaba la ropa.

—He adelgazado, ¿cómo lo notas? —preguntó Alejandro con un tono algo lastimero.

Sabía que Ana estaba bien cuidada por familiares, amigos y colegas amables, aunque él no estuviera presente.

A diferencia de él.

Comer fuera durante los viajes de negocios le resultaba algo insípido.

Ana, sonriendo graciosa, le dijo: —Cuando regresemos a casa veremos con claridad cuánto has perdido, y te lo recuperaremos todo, aunque debo decir que nuestro presidente Alejandro ahora se ve aún más guapo.

Mientras los dos susurraban alegremente, Victoria salió apresurada.

Detrás del asistente Eduardo.

Después de salir, miró hacia todos lados buscando ansiosa a Alejandro.

Y Ana era más hermosa que en las fotos.

Incluso era más hermosa que ella misma.

Sintió un fuerte golpe emocional.

—¿No querías que la señora Ana revisara el amuleto por ti? —preguntó de repente el asistente Eduardo, deteniéndose de forma abrupta y volteando hacia Victoria.

Victoria sintió grandes deseos de retroceder.

Pero entonces recordó las palabras del presidente Enrique.

Ella era una persona sin salida.

Aún tan joven, sin otras opciones en la vida.

En ese preciso momento, deseaba ser Ana, ser protegida con ese gran amor por Alejandro.

Con los ojos ligeramente enrojecidos, contestó levemente: —Sí, realmente necesito molestar a la señora Ana.