Mi Matrimonio Inmediato con un Magnate romance Capítulo 1595

Cuanto más comparaba, más se convencía de que el matrimonio entre Alejandro y Ana en esta vida no era más que una simple unión improvisada.

No existía en lo absoluto una base de sentimientos profundos o apasionados.

Si el amor no era tan intenso como parecía, ¿cómo podría llegar a ser inolvidable?

Si... Los sentimientos eran tan insípidos como el agua, ¿eso aún podría llamarse amor?

Tal vez entre Ana y Alejandro había cantidad de cosas complejas entrelazadas; tal vez... Quizá Ana consiguió que Alejandro se casara con ella hace unos años utilizando ciertos métodos especiales, por ejemplo... Ciertos oscuros objetos.

Ana conocía tan bien esos oscuros objetos que seguro sabía cuáles podrían lograr que un hombre se enamorara perdidamente de ella.

—¡Seguro que fue así!

—Ana, si en realidad recurriste a oscuros objetos para hacer eso, ¡entonces eres una mujer despreciable y sinvergüenza! ¿Cómo pudiste manipular la vida de alguien de esa manera tan cruel? ¿Acaso por haber tenido una vida anterior tan miserable, por haber sido lastimada y abandonada por tus seres queridos, decidiste hacer daño a personas inocentes? ¡Usar tus extraordinarias habilidades para dañar a otros, Ana, eres verdaderamente un ser repugnante!

Victoria permaneció obstinadamente bajo la cortina de lluvia.

Aunque ya no pudo distinguir el auto de Alejandro, surgió allí de forma persistente.

Imaginando.

Quizás... Alejandro también recordaría, al igual que ella, las vivencias de la vida anterior y se daría cuenta de que no podía perderla. Entonces vendría a buscarla, sin importar nada más.

Tal vez...

Tal vez eso alguna vez ocurriría.

No podía irse.

En esta vida, ella debía permanecer justo en ese lugar, esperando que Alejandro viniera a buscarla. Alejandro terminaría comprendiendo que podría perder cualquier cosa, menos a ella.

Alejandro...

Hoy había manejado perfectamente sus tiempos.

Justo cuando terminó de preparar cuatro exquisitos platillos y una sopa, Alejandro regresó a casa.

—¿Ya llegaste? Acabo de terminar de cocinar. Ve a lavarte las manos, cámbiate enseguida y ven a cenar.

Ana le dijo eso a Alejandro y luego regresó apresurada a la cocina para servir la comida.

Alejandro observó hacia la cocina, viendo a Ana ocupada.

Aunque llevaba ropa bastante cómoda y holgada, era imposible no notar su atractiva y curvilínea figura.

Ella parecía estar de excelente humor el día de hoy.

Ana salió contenta de la cocina con dos tazones de arroz en las manos. Al notar que Alejandro aún seguía mirándola fijamente y que ni siquiera había subido a cambiarse, le preguntó sonriendo, con cierta curiosidad: —¿Por qué me miras tanto?