Mi Matrimonio Inmediato con un Magnate romance Capítulo 1692

Ella sabía lo tierna y vulnerable que se veía en ese momento.

También sabía que a Ignacio siempre le había gustado esa faceta de ella.

Los hombres tenían ese machismo, siempre deseaban proteger a la mujer frágil. Ella había actuado tanto, había leído tantos guiones, que conocía bien los gustos de los hombres.

Ignacio, al ver a Denisse delante de él, parecía ver a Teresa, y por un momento se quedó sin palabras.

Al ver que Ignacio seguía en silencio, Denisse se sintió terriblemente ansiosa. —Ignacio... tengo mucho miedo, miedo de que no me quieras. ¿Podrías no ignorarme, por favor? ¿Podríamos seguir hablando? Puede que haya cometido algunos errores, pero puedo cambiar, en el futuro intentaré no equivocarme, intentaré no hacerte enojar, ¿está bien?

Estas palabras ya eran bastante humildes.

Incluso el corazón más duro debería haberse ablandado ahora.

—Qué actuación tan terrible, la peor que he visto este año. Ignacio, si te gustan este tipo de mujeres, deberías haberlo dicho antes. ¿Para qué desperdiciar tantos años de la juventud de Teresa? Solo tú podrías tolerar a este tipo, yo no puedo soportarlo ni un segundo.

Un tono sarcástico sonó desde no muy lejos detrás de ellos.

Ignacio se giró y su ceño se frunció aún más al ver a Haila.

Denisse, humillada por el sarcasmo, se sonrojó.

Realmente detestaba a Haila, quien nunca dejaba espacio para la diplomacia en sus palabras; el sarcasmo la hacía sentirse incómoda. Además, Ignacio era el dueño de sus propios sentimientos, ¿por qué Haila no podía mantenerse alejada?

¿Por qué tenía que interrumpir entre ella e Ignacio?

Sentía que si Haila no hubiera aparecido de repente, Ignacio definitivamente la habría abrazado, habría secado las lágrimas de su rostro y la habría llevado al castillo que estaba detrás de él, que le pertenecía.

—¿Por qué volviste hoy? —preguntó Ignacio.

—No me gusta la gente hipócrita, lárgate. — espetó Haila fríamente.

Luego miró a Ignacio. —Ignacio, vayan donde quieran. El edificio de al lado también tenía un apartamento tuyo, con grandes ventanas panorámicas. Jueguen todo lo que quieran, pero no ensucien mi casa. De lo contrario, si se atreven a ensuciar este lugar, yo me atrevo a quemarlo.

Acto seguido, se acercó a Denisse y la empujó con fuerza. —¡Lárgate! ¿Cómo te atreves a sentarte donde yo me he sentado?

Luego, con una patada, derribó el banco pequeño.

—¡Hailita! —exclamó Ignacio con voz fría.

Al ver esto, Denisse se asustó. —Lo... lo siento, yo... yo no estoy sucia, solo me mojé un poco con la lluvia, y además, ni siquiera me di cuenta de que estaba lloviendo. Todo el tiempo estuve pensando en Ignacio, pensando si había hecho algo mal. Viendo lo mucho que me detestas, solo... solo puedo decir lo siento, de verdad lo siento.

Denisse, tan inocente, interpretada de manera perfecta.