Mi Matrimonio Inmediato con un Magnate romance Capítulo 262

—Ana, ¿conoces a Nuria?—preguntó Beatriz con curiosidad.

Al escuchar esto, Ana se giró y miró en dirección a Nuria.

Se sorprendió al ver que Alejandro y Nuria ya se habían separado.

¿No parecía que hubieran intercambiado más que unas pocas palabras?

Aunque estaban lejos, Ana pudo notar que Nuria la estaba mirando.

—Nos hemos visto un par de veces por casualidad,—dijo Ana.

Beatriz pareció entender,—Con razón te estaba mirando fijamente.

Sin embargo, no pudo evitar sentir una sensación extraña, como si Nuria considerara a Ana una rival en el amor.

¿Rival en el amor?

'¿Cómo era eso posible?'

Ana ni siquiera conocía a Alejandro.

Su relación se limitaba a un certificado de matrimonio falso.

—Te has equivocado,—Ana no quiso decir mucho más.

Nuria no era una persona de buenas intenciones.

No quería involucrarse demasiado con ella.

—¿De qué estaban hablando ustedes dos?—preguntó Manuel, que caminaba delante de ellas, al ver que charlaban mientras miraban hacia atrás.

Beatriz señaló en dirección a Nuria,—¿Has visto a esa chica guapa?

Manuel miró y, al ver a Nuria, sus ojos se iluminaron,—¡La vi! ¿No es Nuria? Su programa es muy popular y además es muy guapa.

Desde el punto de vista físico, era el tipo de chica que le gustaría.

—Por más guapa que sea, no es más guapa que Anita,—dijo Beatriz, defendiendo firmemente a quien, en su mente, era la número uno en belleza: Anita.

Ninguna estrella, ni siquiera Nuria, podía compararse.

De repente, una persona apareció en su mente.

—¡Espera y verás! ¡No te decepcionaré!

Los tres siguieron conversando y riendo durante el camino.

Y para entonces, Alejandro ya se estaba acercando.

En ese momento, unos hombres de mediana edad se interpusieron en el camino de Alejandro, pareciendo muy emocionados de verlo.

—¡Qué coincidencia, no esperábamos encontrarnos con el presidente García aquí hoy!

—Ya que nos encontramos, ¿por qué no vamos a tomar un café juntos?

—Cada vez estás más sereno, Ale.

Alejandro miró a las personas que se habían interpuesto repentinamente en su camino y lanzó una mirada discreta hacia Ana, que estaba más adelante.

—Hola, señores, qué coincidencia.

Eduardo, que los había alcanzado, vio a los hombres que rodeaban al presidente García y se apresuró a saludarlos.