Mi Matrimonio Inmediato con un Magnate romance Capítulo 296

Al notar que él la miraba, ella preguntó cortésmente.

Los ojos de Alejandro se movieron ligeramente y cerró el libro que tenía en sus manos.—Tengo una videoconferencia en una hora, lo dejamos para otra ocasión.

Era la respuesta esperada. Ana asintió con una sonrisa radiante.—Está bien, entonces me voy.

—Espera.

Ana se detuvo nuevamente, algo confundida.¿Por qué parecía que Alejandro tenía cierta reticencia en dejarla ir?

Era inusual.

—¿Pasa algo más?—preguntó.

Alejandro dejó el libro y se acercó a ella con pasos largos, obligándola a levantar la vista debido a la diferencia de altura.

Desde esa posición, parecía que él la miraba con una expresión profundamente apasionada.

—Tú...

La mirada de Alejandro se posó en su clavícula.—¿Estás segura de que vas a ver a tu familia así?

Ana siguió la dirección de su mirada y bajó la vista. Al ver lo que él veía, su rostro se puso al instante rojo.—No me había dado cuenta antes.

Anoche, Alejandro no se había contenido, o mejor dicho, ninguno de los dos se había contenido. Estaban tan emocionados que no se dieron cuenta del momento en que dejaron esas marcas. Era evidente lo que había sucedido.

Si dijera que era una reacción alérgica o una picadura de mosquito, nadie lo creería.

Subió corriendo las escaleras y se cambió rápidamente a una prenda que cubría su clavícula. Al bajar, le dirigió a Alejandro una mirada acusatoria.—¿Podrías evitar dejar marcas la próxima vez?

Si llegaba al trabajo con esas marcas y sus compañeros las veían, no sabría cómo explicarlo.

Alejandro esbozó una leve sonrisa.—En la cama, es difícil preverlo. Haré lo posible.

Ana, al ver la expresión seria de Alejandro, no supo qué más decir.

Ella, por su parte, estaba menos ocupada.

Elena preparaba la comida mientras reflexionaba sobre todo esto.

Pensando en su esposo, los ojos de Elena se humedecieron. Esperaba reencontrarse con él algún día, para poder decirle con orgullo que había criado bien a sus hijos.

Todos estaban logrando cosas importantes. Su hijo menor, Javier, tenía calificaciones excepcionales y seguramente ingresaría a la universidad de sus sueños.

Ver a todos sus hijos bien la llenaba de satisfacción.

En poco tiempo, ya había preparado la mayor parte de la comida.

Ana llegó antes que Francisco y Manuel. Javier, al ver la gran cantidad de cosas que Ana llevaba, quedó sorprendido.—¿Hermana, compraste tantas cosas?

—Hay más en el coche, ven conmigo a recogerlas,—le dijo Ana a Javier después de dejar las cosas.

Javier miró los productos de cuidado de la piel y la ropa que había frente a él.—¿Para mamá?