Mi Matrimonio Inmediato con un Magnate romance Capítulo 33

Ana no quería que Elena se preocupara. —No es nada, mamá, no te preocupes.

Elena no hizo más preguntas. Si Ana no quería hablar ahora, lo haría cuando ella se sintiera lista. Si nadie mimaba a su hija, ella lo haría el doble en el futuro.

——

Después de almorzar, Ana y Elena tomaron el ascensor para irse.

Coincidentemente, se encontraron con Alejandro en el ascensor.

Con una mano en el bolsillo, emanaba un aura imponente que alejaba a los desconocidos.

Cuando vio a Ana entrar en el ascensor, solo le echó un vistazo.

Además de Eduardo, había varios altos directivos del hotel en el ascensor, informando a Alejandro sobre su trabajo.

Ana, respetando el acuerdo, fingió no conocer a Alejandro.

Eduardo también tuvo que fingir no conocer a Ana.

El ascensor llegó rápidamente al primer piso.

Ana salió del ascensor primero y luego salió rápidamente del hotel.

En la puerta del hotel, recibió un mensaje de Alejandro.

[Espérame unos minutos.]

Ana miró el mensaje y no pudo evitar comenzar a hacer conjeturas.

¿Podría ser por la disputa con Laura y las demás?

Justo cuando estaba perdida en sus pensamientos mirando el mensaje, una mano fuerte y decidida la agarró de la muñeca, haciéndola caer por inercia en unos brazos familiares, unos brazos en los que solía confiar mucho.

—Amor, por fin te encontré. Estos días he estado reflexionando. Desde que llegamos a Ciudad A, hemos estado tan ocupados con nuestras cosas que te he descuidado. Fue mi error. ¡Sé que estuve mal!

—Sabes cuánto te quiero. Desde la secundaria, en mi corazón y mis ojos solo has estado tú. En esta vida, solo quiero casarme contigo. Cariño, por favor, no te enojes conmigo, ¿sí? Si no quieres ir a donar sangre, no iremos. Nadie es más importante que mi esposa. Lo que quieras que haga en el futuro, lo haré.

—Cariño...

Ana se quedó paralizada, su cuerpo temblaba ligeramente sin poder controlarse, tanto que no reaccionó de inmediato.

Cuando lo hizo, los labios de Carlos ya estaban muy cerca.

Su rostro se puso pálido y, con todas sus fuerzas, empujó a Carlos.

Carlos no esperaba ser rechazado tan fríamente por Ana.

Siempre que la abrazaba y le pedía perdón sinceramente, ella dejaba de estar enojada. Esa táctica siempre funcionaba.

Miró a Ana sorprendido, encontrándose con sus fríos ojos.

Esos hermosos ojos claros ahora brillaban con un rastro de odio.

—Cariño...

Ana pensó que podría enfrentarse a Carlos con calma, pero al ver al hombre que la había traicionado y lastimado profundamente, no pudo contener su odio.