Mi Matrimonio Inmediato con un Magnate romance Capítulo 886

Ella tampoco tenía la intención de ser indirecta con Ana.

Después de hablar, se quedó observando la reacción de Ana.

Ana tenía la sensación de que esas palabras le resultaban familiares.

Hace unos meses, Nuria le había dicho algo muy similar, e incluso Kenia había ofrecido un cheque, todos querían que se divorciara de Alejandro.

—¿Por qué debería ser yo quien proponga el divorcio? Si tú dices que tienes sentimientos por Alejandro y que ambos se han esperado por tantos años, deberías tener la confianza de que él será quien pida el divorcio, ¿no? —Ana respondió con una sonrisa que no era realmente una sonrisa.

Si hoy fuera Alejandro quien viniera a pedirle el divorcio, ella sin duda lo aceptaría.

No tenía sentido seguir discutiendo sobre eso.

Patricia cambió de expresión ante la pregunta, no podía decirle eso a Alejandro. Ella también tenía su orgullo. Aunque el hecho de que Alejandro se hubiera casado con Ana era una duda para ella, tenía que guardársela.

En la ciudad A, todos pensaban que Alejandro la estaba esperando, que solo ella podría convertirse en la señora de los Jiménez, y ella misma también lo creía.

Por lo tanto, debía encontrar la manera de que todo volviera a su curso.

Siempre pensó que Alejandro solo había actuado por despecho, de lo contrario, nunca se habría casado tan rápidamente con Ana.

Pero aunque ella pensara así, Ana no lo hacía, tal vez Ana seguía imaginando que Alejandro la amaba.

Respirando profundamente, trató de calmar su temperamento y dijo: —Te pido que seas tú quien proponga el divorcio, para no ponerle una carga emocional a Alejandro.

—Señorita Patricia, qué tan considerada es usted. —Dijo Ana.

—No te voy a dejar divorciarte sin más, después de todo, ustedes se casaron rápidamente. Te daré una compensación justa. Ana, no hace falta que evitemos el tema, dime directamente qué es lo que quieres, lo que sea, lo cumpliré. —Patricia ya tenía en mente lo que iba a ofrecer.

Ayudar a la familia Jiménez a deshacerse de los maleficios le había costado 2.8 millones de dólares, y ahora, al divorciarse de Alejandro, seguramente pediría más.

Ana sacó 14 dólares de su bolso y los puso sobre la mesa: —El café corre por mi cuenta. Mi única petición es esta: que Alejandro venga con el acuerdo de divorcio. En cuanto lo haga, firmaré inmediatamente. Espero que esta sea la última vez que vengas a hablarme de este asunto. Si realmente hay algo entre tú y Alejandro, es asunto suyo, resuélvanlo ustedes.

Dejó caer las palabras y Ana se marchó directamente.

Patricia se encolerizó de inmediato.

Se quedó en el café durante un buen rato, tratando de calmar su furia.

—¿Una oportunidad de ganar dinero? ¿Qué oportunidad?

—Cuando vengas a la ciudad A, lo sabrás.

Carlos no respondió de inmediato, probablemente estaba considerando algo.

Patricia adivinó lo que pasaba: —¿Tienes miedo de Ana o de Alejandro? Si temes a alguno de los dos, puedes estar tranquilo. Yo soy parte de la familia Jiménez, y aquí en la ciudad A, nadie puede tocar a las personas que protegemos. La familia García también tiene que respetar a la familia Jiménez.

Al escuchar esa garantía, Carlos apretó los dientes: —Está bien, voy a la ciudad A.

...

El sábado por la mañana, después de desayunar, Ana y Alejandro fueron a la sede del Grupo García.

Solo había un guardia de seguridad de turno y algunos empleados en la recepción.

Cuando los empleados vieron a Alejandro acompañado de Ana en la entrada de la empresa, se quedaron sorprendidos, como si hubieran visto un fantasma.