Mi Matrimonio Inmediato con un Magnate romance Capítulo 888

A simple vista, no parecía diferente a cualquier otro bolígrafo.

Ana estaba a punto de desenroscar el bolígrafo para revisarlo nuevamente cuando, de repente, Alejandro dijo: —Esto... no es mi bolígrafo.

Al escuchar esto, Ana se giró hacia él: —¿No es tu bolígrafo?

—Nunca lo he usado. —Respondió Alejandro, con una ligera duda en su mirada.

¿Acaso lo tomó prestado durante una reunión?

—Voy a abrirlo para ver. —Ana tampoco estaba segura de qué podría haber de extraño en el bolígrafo, pero este en particular le causaba incomodidad.

Desmontó el bolígrafo de un solo movimiento.

Finalmente, Ana descubrió lo extraño.

En la punta del capuchón del bolígrafo, había un hueso muy pequeño y fácil de pasar por alto.

Estaba perfectamente adherido al extremo del capuchón, y al encajar el capuchón, no se percibía que hubiera algo extraño.

Si no se realizaba una inspección minuciosa, jamás se habría notado.

Y, por supuesto, nunca se habría pensado que se trataba de un hueso.

—¿Tienes una aguja? Intentaré sacar el hueso de adentro. —Preguntó Ana.

—Voy a buscarla. —Cuando Alejandro escuchó la palabra "hueso", su mirada se volvió repentinamente fría y afilada.

¡Alguien había colocado un objeto maligno cerca de él sin que se diera cuenta!

Unos minutos después, Alejandro regresó con un estuche de costura.

Las agujas finas servirían para este trabajo.

Ana intentó, usando la punta de la aguja, hacer palanca varias veces hasta que finalmente logró mover el hueso. Luego, con un golpe firme, algo del tamaño de un grano de sésamo, de color amarillo-blanco, cayó fuera.

El grosor total no era mayor que el de dos granos de sésamo.

—Es una parte de un cráneo.

La oficina estaba en completo silencio.

Hasta que el teléfono móvil de Alejandro sonó, rompiendo la quietud.

—¿Tienes planes hoy? ¡Vamos a jugar un partido de tenis! —Invitó Salvador.

Alejandro miró a Ana: —Está bien, iré más tarde.

Después de colgar, le dijo a Ana: —Salvador me invitó a jugar, ¿quieres ir?

Ana mostró algo de interés: —¿Qué deporte?

—Bádminton.

—Está bien, dame diez minutos más.

...

Una hora después.