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Mi Venganza: que Él Viva Arrepentido romance Capítulo 2

Después de varios años sin verse, él seguía tratando a Carolina con la misma indiferencia, como si estuviera por encima de ella, siempre dando órdenes y sin el menor rastro de consideración.

—Profesora Carolina —en ese momento, la asistente le entregó el expediente médico.

Carolina lo tomó y, al leer el nombre, no pudo evitar una sonrisa cargada de sarcasmo.

¡Magdalena!

Tal como lo había imaginado, todo giraba en torno a Magdalena.

Sin dejar que se notara ninguna emoción, Carolina le lanzó a Alexandro una mirada distante. De repente, le vino a la mente aquella noche en la que casi pierde la vida por la hemorragia.

Aquella noche de tormenta, cuando la lluvia y los truenos parecían querer partir el mundo en dos, ella reunió el valor suficiente para marcarle a Alexandro. Quería contarle sobre el niño. Pero él, sin dejarla decir palabra, le colgó el teléfono.

Después, ella intentó llamarlo varias veces más, cada vez con más desesperación, pero él la bloqueó sin miramientos.

Los recuerdos la golpearon de lleno, haciendo que el corazón se le encogiera con fuerza.

Su mano derecha, la que sostenía el expediente, empezó a temblar.

Sin decir más, le devolvió el expediente a la asistente.

—Ella no es mi paciente —soltó, en tono seco.

En esta ocasión, los pacientes que debía atender eran sólo los que le habían asignado en específico.

Alexandro, al notar la evasiva, frunció el entrecejo. Sin pensarlo demasiado, le sujetó la cara con mano firme, imponiéndose con su típica arrogancia.

—¿Qué necesitas para salvarla? Di tus condiciones.

Antes de ver a Carolina, Alexandro jamás se habría imaginado que la famosa profesora de cardiocirugía, reconocida por su destreza y su juventud, la única capaz de tratar a Magdalena y hacerle un trasplante de corazón, fuera precisamente Carolina.

Con la misma soberbia de siempre, Alexandro miró hacia la sala de operaciones. Carolina, sin inmutarse, lo imitó con la mirada y comentó en voz baja:

—¿No te da miedo que entre y Magdalena no salga de ahí?

Alexandro sabía mejor que nadie todo lo que había entre ellos, cada herida y cada deuda sin saldar.

Carolina frunció el ceño, se puso los guantes médicos sin emoción y le habló con voz plana:

—No tienes que venir a buscarme. No voy a aceptar el caso de Magdalena.

Alexandro no le respondió. Caminó hacia ella, le quitó el cubrebocas y le sujetó la quijada, ni fuerte ni suave, pero con esa seguridad que lo caracterizaba.

La miró de arriba abajo, observando cada detalle, como si quisiera asegurarse de cuánto había cambiado en esos cinco años.

Parecía que el hombre que había discutido esa tarde en la puerta del quirófano era otra persona completamente distinta.

Tras examinarla, rio por lo bajo.

—Con la bata blanca, hasta pareces alguien decente.

Carolina, molesta por la familiaridad de Alexandro, apartó su mano con gesto de fastidio.

—¿Por qué no buscas un día para que firmemos el divorcio de una vez?

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