Mis Tres Tesoros Más Preciados romance Capítulo 45

Resumo de Capítulo 45: Mis Tres Tesoros Más Preciados

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Las palabras de Beau tomaron por sorpresa a Eliza y no dejó de darles vueltas a la cabeza todo el camino de regreso.

«Ellos te ven como una pusilánime a la que pueden usar a su antojo; si no quieres que te vuelvan a molestar y te respeten en el futuro, tienes que hacerte más fuerte y aplastarlos como a insectos».

«¿Cómo voy a hacer eso?», pensó con los ojos cerrados y apretando los puños. No era tonta, sabía que esa era la única forma en la que la dejarían en paz y quizás ahora tenía a Beau para ayudarle en caso de que algo saliera mal, pero, ¿y después? Si continuaba actuando era inevitable que se enfrentara a estas personas otra vez. Beau tenía razón, ¡tenía que derrotarlos! Fue en ese momento que llegaron a la villa de los Valentine. Eliza subió a su habitación y se encontró con Demarion saliendo de ella. Sus miradas se cruzaron. Él se sobresaltó, pero lo disimuló al instane y la saludó a la par que trataba de escaparse en dirección al estudio.

—Hoy regresaste temprano, ¿no?

—Sí —respondió mientras le bloqueaba el paso—. ¿Qué estabas haciendo en mi habitación?

—Nada —dijo rápidamente, mientras miraba en dirección a las escaleras.

Demarion apretó los labios.

—Papi.

Eliza frunció el ceño porque Beau había dicho que se iría a la empresa. Se dio la vuelta para confirmarlo, y en efecto, no había nadie. En eso escuchó como la puerta del estudio se cerraba de golpe. Se dio la vuelta y notó que el pequeño ya se había escapado. Eliza negó con la cabeza y entró a su habitación. Dos grandes pilas de libros habían sido dejadas en su escritorio. ¿Esto era lo que había estado haciendo Demarion? Se acercó a revisarlos y frunció el ceño mientras pasaba hoja por hoja. Todos eran sobre actuación, muy útiles si quería mejorar su técnica y desempeño. Encima del último libro había sido colocada una tarjeta de color azul pálido. El mensaje estaba escrito con una letra muy bonita.

«Muchas felicitacionespor lograr tu sueño y convertirte en una actriz, mami. Esperamos que todas tus metas se cumplan. Te queremos mucho, Braint y Demarion».

Sosteniendo la tarjeta en sus manos, Eliza se sintió inmensamente conmovida. Siempre había soñado con ser una actriz desde muy pequeña después de un inesperado incidente que había tenido. Desde ese día, no había dejado de pensar en su sueño y por ello, hasta se inscribió en una escuela de actuación. Sin embargo, Jay arruinó todo. Ninguno de sus familiares la apoyó, incluida la familia Lawson y Luca Chapman, y al final, terminó aceptando su destino como una doble. Pensó que nunca lograría ser una actriz de renombre.

Y ahora… solo había sido la madrastra de Braint y Demarion durante un mes, pero ya le habían demostrado muchísimo más apoyo que sus familiares de sangre. Lágrimas comenzaron a brotarles de los ojos al pensar en los niños y con mucho cuidado guardó la tarjeta en su bolso. Clasificó los libros dependiendo del tema y los dejó en el escritorio. Tomó el primero y se puso a leer.

—Hermano —dijo Demarion mientras observaba a Eliza a través de la ranura de la puerta.

—¿No crees que mamá realmente se parece a ti cuando lee con tanta atención?

Braint, que tenía la cabeza metida en un libro, frunció el ceño ante las palabras.

—¿Enserio?

—Sí, ambos hacen lo mismo. —Demarion, con un chupetín en la boca, se cruzó de piernas y volvió a mirar a Eliza y después a Braint—. Cuánto más los miro, más se parecen. Enserio.

Después de un rato, con la piruleta todavía en la boca, sonrió y se le acercó a Braint.

—¿Podría ser mamá nuestra verdadera mamá? —le susurró con emoción.

—Los muertos no pueden volver a la vida —le respondió su hermano con una mirada de indiferencia.

Demarion jugueteó con sus dedos.

—Braint, ¿qué podríamos hacer para que papá se enamore de mamá?

Demarion pensaba que la vida lo estaba castigando muy temprano. Tenía solo cinco años y ya tenía que preocuparse por la vida amorosa de su papá. Braint lo miró por el rabillo del ojo.

—¿Cómo sabes que a papá no le gusta mamá?

Quizás había parecido que Braint había solucionado los problemas que Jay y Madeleine planeaban contra Eliza, pero, en realidad, Beau había sido quien había estado en control de la situación todo el tiempo. Hasta se había reprogramado varias de sus reuniones internacionales para poder manejar la nueva situación en la que habían metido a Eliza. Su padre siempre había sido alguien que ponía al trabajo como su máxima prioridad, así que, tomarse tiempo del mismo para ir a ayudarla, debía significar que la quería, ¿verdad?

Esa noche, Eliza fue al supermercado para comprar los ingredientes para la cena. Varios de los libros que los niños le habían regalado no se podían conseguir en Krine, por lo tanto, se podía imaginar el esfuerzo que habían tenido que hacer para conseguírselos. Lo mínimo que podía hacer era prepararles una increíble cena. Una vez consiguió todo lo que estaba buscando, salió de la tienda y tomó un callejón aledaño para evitar el tráfico de personas. Sin embargo, una vez adentro y una persona se interpuso en su camino. Por supuesto, tenía que ser Madeleine, Eliza rodó los ojos y se volteó para irse, pero descubrió que ambas salidas habían sido bloqueadas.

—Ah, pero qué astuta… —soltó con sarcasmo.

Madeleine resopló y se acercó lentamente a la otra mujer.

—Eliza, ¿por qué no sabía que de tus capacidades? No solo te las arreglaste para ganarte el cariño de Roseane Comtois, sino que también lograste hacer que el jefe de guion cambiara tus escenas —dijo, soltándo una risita de suficiencia—. Escuché que Roseane se acostó con uno de los altos mandos para conseguir el papel principal. Dime, ¿a quién jalaste a la cama? Me das asco.

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