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—Así es —dijo Eliza mientras se servía un poco más de comida—. ¿Pasa algo?
—Yo también estaré yendo a esa ciudad, te llevo.
El hombre conocido por su seriedad tomó la porción que se acababa de servir de su plato y se lo comió de un bocado.
—Con esto me cobro el viaje.
Eliza se quedó estupefacta.
…
—¡Me estás diciendo que el señor Valentine nos llevará mañana! —dijo Graciana con emoción después de que Eliza le diera la noticia.
—Había planeado viajar con ropa suelta, ¡pero supongo que tendré que ponerme algo mucho más elegante ahora!
Eliza se sentó junto a uno de los ventanales y miró furtivamente a Beau, que estaba a cierta distancia, por el rabillo del ojo. Él estaba recostado contra la cabecera leyendo un libro. La luz de la lámpara caía sobre su rostro, acentuando sus encantadores rasgos. Eliza apretó los labios para no reírse.
—No exageres, Graciana —susurró.
—¡No te voy a avergonzar! —le respondió, poniendo los ojos en blanco—. Eliza, soy tu mejor amiga. Esta es la primera vez que veré al señor Valentine, quiero que tenga una buena impresión de mí. De lo contrario, podría tener la impresión de que solo conoces a gente desagradable como Madeleine y Jay.
Ante la mención de ellos, los ánimos de Eliza se bajaron inmeditamente. Comenzó a responder de forma monótoma y después de algunas oraciones más, terminaron la conversación. Apagó su celular y se fue a la cama.
—No te ves muy feliz —dijo Beau, dejó el libro con calma y apagó las luces.
—Sí, estoy un poco triste.
La habitación quedó sumida en la oscuridad, así que Eliza dejó prendida la lámpara de su mesita de noche. Se sentó en la cama y miró al techo.
—Madeleine está embarazada.
—¿Algún problema con ello? —preguntó suavemente con seriedad.
—No quiero meterme con una mujer embarazada —dijo, cerrando los ojos—. Hoy me buscó en la tarde. Tenías razón, piensan que pueden tratarme mal porque me creen soy débil. Quiero volverme más fuerte para hacerles pagar por lo que me han hecho… —soltó un suspiro—, pero Madeleine está embarazada.
Hace cinco años ella misma había perdido su hijo, así que conocía muy bien lo doloroso que podía llegar a ser un suceso como ese. Era muy cruel que la vida de un ser tan inocente fuera cortada de esa manera. Debido a que lo había sufrido en carne propia, sus principios no podían dejarla herir a Madeleine, no cuando el bebé todavía estaba en su interior.
—¿Qué tiene que esté embarazada? —dijo en voz baja el hombre—. Si ellos no han tratado de ser mejores personas por su hijo… ¿por qué deberías tenerles consideración? Es el deber de ellos protegerlo, no el tuyo.
Eliza se quedó en silencio durante bastante tiempo después de escuchar sus palabras. Era cierto que era el deber de los padres proteger a sus hijos. Cerró los ojos y apretó con impotencia el edredón que tenía en sus manos.
Ella misma había sido una madre imprudente. Hace cinco años había insistido en acompañar a Jay al aeropuerto, a pesar de que sabía que en un mes nacería su bebé. Había sido en ese viaje que había sufrido el terrible accidente de tráfico. Los cirujanos habían estado metidos en el quirófano tratando de salvarla por un día entero, no habían podido salvar al bebé y ella había terminado olvidando todo un mes de sus memorias. Hasta el día de hoy, recordar con claridad la desesperación e impotencia que había sentido cuando le dieron las noticias sobre su hijo.
Esa noche, ella soño con una niña igualita a ella llorando.
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