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Mundos diferentes (cuidado con los hijos del capo) romance Capítulo 6

Estaba pensativo, le hice caras para que aceptara mi propuesta, no era la primera vez que se hacía pasar por mi novio.

—¿A qué hora? —Le sonreí.

—¿Eso es un sí? —Por poco me pongo a brincar como niñita.

—Pero en esas condiciones. Quiero ser el primero en entregar la tesis. —Me señaló con un dedo.

—Vale. —aplaudí, varios de mis compañeros Sonrieron ante mi acto infantil.

—Lorena quiere salir el sábado. —Crucé mis brazos.

—A ella no le dices que no, en cambio, ¿conmigo lo piensas? —meneó la cabeza ocultando una media sonrisa.

—Ni lo uno ni lo otro, Vero.

Desvié la mirada, comencé a zapatear un poco con mi mano en la cintura, sin duda le hacía una pataleta de celos. Soltó una carcajada, desordenó la coleta de caballo.

» Sabes que eres la primera. No te tocó rogarme, si le preguntas a Lorena hasta me lloró, porque llega con un amigo y no quiere dejarte sola en la casa, seré de tu pareja.

—Ya en nosotros es costumbre.

Soltamos la risa, el profesor dio dos palmadas, señal de comenzar a bailar. Retomamos la práctica, nos desocupamos a eso de las cinco de la tarde. Raúl me llevó en su moto hasta el apartamento, no demoró mucho en la casa, iba a trasnochar hoy para sacar espacio y poder acompañarme mañana.

—¿Paso a recogerte? —Lo pensé.

—No, como te dije, para que te rinda, nos vemos a las siete y media de la noche en esta dirección. —escribí la dirección, se la entregué, enarcó una ceja.

—Vaya barrio. ¿Qué amigo es, ese lo conozco?

—Es donde vive mi ex.

—¿Es ricachón tu ex? —afirmé—. ¿Quién te puso los cuernos en primer semestre de universidad?

—Sí, el mismo.

Estudié con Juan el bachillerato, nos alejamos apenas ingresó a la universidad, cada uno tomó su rumbo y sus amistades eran diferentes a las mías en ese entonces.

—Bueno, los por menores no los recuerdo, ¿a qué viene esto? —Se guardó el papel en el bolsillo de su jean.

—No lo sé, solo quiero ir.

Me encogí de hombros, no tenía la más remota idea de por qué quería volver a ver a la familia de Juan, no sé si al final sea Buena idea.

—Listo, nos vemos a la entrada. ¿Cómo debo vestirme?

—Casual y sé que impactarás.

—¿Puedo mirar prospectos? —Lo miré, jamás me ha avergonzado su inclinación—. Ya lo sé y gracias por quererme como soy.

—De nada.

Me levanté, tenía clase de idiomas, hoy era el examen final de mandarín, he estudiado mucho. No fue nada fácil, pasé en las dos presentaciones, la oral y la escrita, mis profesores me felicitaron. Las lenguas orientales me llaman la atención, muy seguro comience la siguiente, y el coreano será el próximo.

Al regresar a la casa, era las tres de la tarde, comí un perro caliente. Miré el reloj, tenía el tiempo justo. Tardé más de la cuenta en buscar la ropa adecuada, asistiré a una Casa de Estrato Seis. ¡Rayos, para qué acepté! —realicé una pataleta en frente del espejo, tenía decidido el jean. Frustrada en la cama, tomé el celular y le marqué a Lorena.

—¡Hola, Vero! —La escuché sonreí.

—Bien, supongo. —Comenté de mala gana.

,—¿Ya te estás arreglando? —Soy muy predecible, debo trabajar en eso.

—Sí, para eso te llamo, ¿puedes prestarme una de tus blusas?

—No me tienes que pedir permiso, pero... —Me levanté—. En el último cajón de mi closet tengo tu regalo de cumpleaños. —sonreí como una tonta.

—Faltan varios días.

—Sí, ya lo sé, cuando la vi te imaginé en ella, póntela y después miro que más te puedo regalar, así no te sentirás incómoda porque sea ropa prestada.

—Vaya, sí que me conoces.

Dije riendo, entré a su habitación, tomé mi regalo, una linda blusita de tiras en seda color rosa.

» ¡Es perfecta!

—Lo sabía. —escuché su risa, la prenda era finísima—. ¿Raúl te pudo acompañar?

—Sí, a veces pareces mi mamá.

Lanzó un suspiro y me la imaginé tratando de disimular la tristeza.

—No Vero, eres lo único bueno a mi lado, eres esa hermanita buena, eres la versión de lo que me hubiera gustado ser en otra vida.

—¿Estás drogada?

No era adicta, pero cuando su cliente se droga a ella le toca hacer lo mismo.

—Solo ando un poco melancólica, mañana nos vemos.

—Lorena... cuídate —algo no está bien y no quería decírmelo—. Lore, sabes que te quiero mucho, recuerda siempre que eres importante para mí.

—Lo sé, Vero, si existe Dios y debe de existir.

Me reí, antes no hablaba de él, ahora mírala, lo acepta, hasta me acompaña a la misa los domingos.

» Si te puso en mi vida es porque debe quererme un poquito, al menos. Gracias por aceptarme como soy.

—Te quiero loca, pasa la rasca. Nos vemos mañana. —Le tiré un beso por el celular.

—¡Sí! —gritó—. Tenemos noche de discoteca.

Dijo antes de colgar. —Negué en silencio—. Debió drogarse, esa era su reacción cuando lo hacía. Me puse el regalo de cumpleaños, al mirarme al espejo me gustó, la blusa era bellísima, subí a mis tacones rosa claro, quedó apenas para combinar con el regalo. Tomé el bolso, verifiqué mis documentos, al mirar la hora sonreí, a pesar de que me demoré, salí con tiempo. Llegué quince minutos antes de la hora pactada con Raúl, esperé en el parqueadero a que llegara.

—¿Verónica?

El corazón bombeó a mil por horas con solo volver a escuchar su voz, di la vuelta y ahí se encontraba él, con su guardaespaldas principal, y dos más en el auto. Esto era mucha coincidencia.

—¿Se acuerda de mi nombre?

Arqueó su ceja izquierda soltando un jadeo de superioridad, hasta eso le salió muy encantador.

—Tengo buena memoria. —respondió a seca.

—O a lo mejor se acuerda de mí.

Sonreí, no sé por qué le coqueteé. Acaso... ¡Espera Verónica! ¿Le coqueteas al capo de capos del país? Cambié de pensamiento. Lo detallé, vestía de forma casual. Parece un modelo, se remangó el buzo y Jesús, como logra ser tan macho, era exquisito verlo.

—¿Tienes algún cliente en el conjunto? —abrí mis ojos de par en par.

Capítulo 6 Su otro mundo 1

Caminé de un lado al otro, entre más pasaba el tiempo, más enredada tenía la cabeza, no solo eso, estaba herida en el ego. Su risa fue tan déspota y un poco insultante, un poco no. ¡Muy insultante!, sentir como si no valiera nada, como si fuera una Tonta Ilusa. En parte le doy la razón, que fue eso de: «¿A lo mejor se acuerda de mí?», además, ¿por qué me asusté tanto cuando lo escuché?, miré el reloj. —Raúl se estaba demorando si en diez minutos no ha llegado desaparezco—. Por fin mi amigo apareció ante mí. Escogió muy bien su ropa, la camisa de cuadros rojos le resaltaba su tono de piel, un dril caqui, mocasines y un buzo que tenía en la mano.

Capítulo 6 Su otro mundo 2

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