—Eso está bien. Mira, creo que mi relación con Joseph solo falló cuando nos ocultamos cosas y la fe se debilitó. Él por no tener fe de decirme de sus planes y yo por no tener fe cuando me decía que estaría bien. Todas las veces en las que tuve fe de entregarle mi corazón, fueron las decisiones correctas.
»No me importa cuántos baches tuvimos para poder estar aquí juntos, pero te digo sinceramente que no me arrepiento de la fe que nos tengo y del valor que nos obligó a admitir lo que sentíamos e intentar algo. Ahora tengo a mi nerd caliente, mis orgasmos y una biblioteca de donde tomar libros cuando quiero ¿No es eso perfecto?
—Tu sueño hecho realidad—ambas reímos.
—Ahora veamos cómo va el avance con Stavis.
— ¿Qué? —pregunto.
—Alexa dijo que cuesta mucho unir sus nombres y sugirió que uniéramos los apellidos. Stone y Davis, Stavis.
—Creo que Alexa me encanta.
—Solo no se lo hagas saber, o se le irá a la cabeza.
No tengo ni idea de cómo va eso dentro del armario, pero las horas comienzan a correr. En un momento pego mi oreja contra los espacios de ventilación del armario y sonrío notando los murmullos. Están hablando y al menos no están gritándose. Uno de ellos se queja, luego hay silencio y entonces viene otra queja y murmullos. Decido alejarme, porque creo que estamos a minutos de que salgan del armario como los antiguos amigos.
El encierro de Stavis, como los llama Andrea, dura oficialmente cinco horas con cincuenta minutos. Y es Rayan quien dice que todo está en paz, que podemos liberarlos. Joseph hace un par de preguntas para confirmarlo y luego la puerta es abierta.
Sabrina prácticamente corre al baño y Rayan es atrapado por un abrazo de una desconcertada Summer.
— ¿Cómo llegaste ahí? Estabas en la escuela ¿Hay una puerta en la escuela que te trae aquí, papi?
—No cariño. Solo entré sin que me vieras a hablar con Sabrina.
—Oh ¿Fue divertido?
—Claro— dice él rascando su barbilla y alzándola. Luego entrecierra sus ojos hacia nosotros—. Solo recuerden este día cuando yo haga algo así de drástico por alguno de ustedes.
—Sin rencores, Rayan— se queja Dexter—. Suficiente maldición, tengo de chicas enojadas.
— ¿Me llevas a comer helado, papi?
—Sí, vamos a invitar a Sabrina— dice viéndonos, restregándonos en la cara que todo está aparentemente bien. Sabrina aparece con un rostro aliviado.
— ¡Me iba a hacer pis por culpa de ustedes!
—Bueno, una suerte que llegaste a tiempo— señala Joseph.
—Contrólalo, amiga traidora— ordena a Andrea.
—Lo siento, pero olvidé su correa en mi otro abrigo. Mi error, Sabrina.
—Vamos a comer helado Sabrina ¿Te unes? — pregunta Rayan. Ella lo observa durante largos y tensos segundos, antes de asentir con su cabeza.
—Déjame ir por mi bolso.
La sigo rápidamente hasta la sala de estar donde está su bolso. Ella frunce el ceño hacia mí antes de señalarme.
—Tienes suerte de que te amé tanto, de lo contrario estaríamos en guerra.
— ¿Qué sucedió en el armario?
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: No más palabras