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Bella:
Mis palabras calaron honda y Caroline, lívida del enojo, levantó la mano para abofetearme.
—Hay cámaras por todos lados, así que si me golpeas, quedará grabado, ¡y no dudes que te demandaré! —le advertí mientras señalaba la cámara que estaba sobre nosotras.
—Claro, ahora trabajas con tu nueva conquista, ¿no? —respondió ella con una sonrisa burlona—. No me hagas reír, Klein nunca se casaría contigo. Solo está jugando.
—Vete antes de que pierda la paciencia —dije entre dientes y di un paso adelante para enfatizar mi declaración. Joey me agarró del brazo y negó con la cabeza. Cierto, tenía que mantener la compostura.
—Deja de hablar como si fueras tan importante, pronto alguien te dará una lección —me respondió Caroline mientras retrocedía. Bufó por lo bajo y finalmente se fue.
—Dios, qué pesada —murmuró Joey.
—Joey, esta vez te pasaste, no puedes ofenderla tan abiertamente. Recuerda lo importante que es y su relación con Herbert. ¡Ella puede hacer que te despidan! —me volví a decirle con el ceño fruncido.
—No me importa, si Herbert se casa con ella, ese mismo día renuncio —dijo testarudamente mi amiga.
—¿Vas a perder tu trabajo por una estúpida como esa? ¿Sabes lo difícil que es conseguir trabajo en la ciudad? El puesto que tienes está bien posicionado y te pagan muy bien, recuerda que tienes que cuidar a tu mamá.
Cuando mencioné a su madre, Joey se desanimó un poco. Su madre había tenido un ataque al corazón y había acabado postrada en cama sin poder cuidarse a sí sola. Debido a los altos costos que suponían mantenerla, Joey había tenido que enviarla de regreso a su pueblo. El sueldo de mi amiga desaparecía entre la manutención de su mamá, el salario de la enfermera, y la renta. Si renunciaba, nunca conseguiría un trabajo tan bien pagado como el que tenía en Wharton.
—¡Oh, no, vas a llegar tarde! —grité mientras revisaba el reloj en mi muñeca. Al escucharme, Joey comenzó a correr en dirección a su edificio.
—¡Te hablo después del trabajo! —dijo.
Yo volví al trabajo y pedí la tarde libre. Compré algunas frutas y me dirigí a la mansión de Herbert. No podía ir el sábado porque seguramente él estaría ahí, así que no tenía otra opción que ir hoy día.
—¿Señorita Stepanek? —me saludó un poco confundida Gaynor al verme.
—Hola, disculpa que venga tan repente. Tenía algo que hacer cerca y quería saber si podía ver a Lucas un ratito. Lo extraño mucho —le respondí con mi mejor sonrisa y esperando que no se diera cuenta de que estaba mintiendo.
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