Bella
El interior del lugar era aún más deslumbrarte y sentí que mis manos comenzaban a sudar por el nerviosismo. En el sofá de la sala, estaba un hombre sentado de alrededor de cuarenta años. Estaba vestido con pantalones negros, una camisa blanca y monturas doradas. Pareciera que fuera un funcionario o gobernador.
El señor debía ser el padre de Herbert, Derian Wharton. Al parecer no era tan serio como su hijo, daba la apariencia de que fuera tranquilo y educado. A su costado, en un sofá completamente diferente, estaba una señora de mediana edad. Tenía la piel delicada, las cejas perfectamente depiladas y un maquillaje bello que ayudaba a cubrir las finas líneas de expresión. Por su expresión, aparentaba ser una mujer muy estricta.
La señora debía ser la madre de Herbert, McKenna Winter, tenían los mismos ojos. Ahora entendía que quizás la personalidad de Herbert había sido heredada de su madre. En ese momento, me di cuenta de que me había puestos los ojos encima y sentí un escalofrío recorrer por mi espalda ante la frialdad de su expresión. ¿No le había caído bien? ¿Había hecho algo malo?
Mientras me comía la cabeza tratando de descifrar porque me estaba fulminando con la mirada. Herbert posó sus manos en mi cintura y se dirigió a sus padres.
—Papá, mamá, esta es mi esposa, Bella —dijo con respeto y seriedad.
—Señores, es un placer conocerlos —saludé mientras me inclinaba.
—Este es un regalo que la señora Bella preparó para ustedes —mencionó Connor mientras dejaba el regalo sobre la mesa. La mamá de Herber aún no me había quitado los ojos de encima, así que bajé la mirada, cohibida.
—Ah, qué gusto, Bella. Vengan, siéntense —dijo el padre de Herbert con una sonrisa.
—Gracias, papá —dijo Herbert y me jaló para que nos acercáramos. Una sirvienta vino y nos sirvió un poco de café y jugo. Sentía la presión por cuidar cada mínimo detalle de mis palabras y movimientos.
Las familias ricas estaban en un nivel completamente diferente al de mi familia. Estábamos rodeados de antigüedades y la suave alfombra que tocaban mis zapatos probablemente valía una fortuna. La presión aumento en mi mente.
—Alguien de la Casa Blanca quiere hablar conmigo. Tengo que irme, no seas tan mala con Bella, ¿de acuerdo? —le pidió el padre de Herbert a su madre mientras se ponía la chaqueta.
—¿Crees que realmente me atrevería a tratar mal a la mujer que mi hijo eligió? —dijo con sarcasmo la mujer y ambos hombres parecieron avergonzados por su suposición. Internamente, yo también me sentía igual.
—Te sigues comportando como una niña, me preocupo porque hace poco se pelearon y no quiero que involucren a Bella, ¿de acuerdo? —se rio el señor. Me di cuenta de que la señora definitivamente no estaba feliz con mi presencia, pero el señor trató de advertirle que me tratara bien.
Baje la cabeza, avergonzada, pero Herbert me agarró de la mano para darme fuerzas. El contacto me hizo acordar que no debía sentirme inferior ante ellos. Realmente no debería importarme su actitud, mi única meta era que mi hijo fuera reconocido y tuviera una buena vida. Lo demás no importaba.
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