Resumo do capítulo Capítulo 94 do livro Novia del Señor Millonario de Internet
Descubra os acontecimentos mais importantes de Capítulo 94, um capítulo repleto de surpresas no consagrado romance Novia del Señor Millonario. Com a escrita envolvente de Internet, esta obra-prima do gênero amor después del matrimonio continua a emocionar e surpreender a cada página.
Bella:
Ni bien Joey escuchó esto, una sonrisa traviesa surcó su rostro.
—¿Será esta una oportunidad enviada por el destino?
—¿De qué estás hablando? Pásame tu teléfono —le pregunté y estiré la mano pero no me lo pasó—. ¿Vas a llamar a tu jefe?
—Por supuesto, mi teléfono está en su carro. No es como si pudiera llamarme.
—Entonces, tienes que tener cuidado cuando lo llames —decidió Joey mientras me dejaba el teléfono en la mano.
—¿Qué?
—Es muy tarde, son casi las diez de la noche, si lo llamas ahora, tienes que tener cuidado de que su esposa o novia no lo malinterpreten. ¡Creerán que eres la otra! —se burló mi amiga.
Al escucharla, titubeé. Estaba segura de que Klein no estaba casado, pero no sabía si tenía novia. Sin embargo, era importante que recuperara mi teléfono, sino me atrasaría en el trabajo. Así que marqué mi número y esperé a que alguien contestara. Si estaba llamando a mi propio teléfono, no debería causar ningún malentendido, ¿no?
El teléfono sonó, pero nadie respondió. Comencé a preocuparme. ¿Quizás lo había perdido en la calle? Si ese era el caso, definitivamente no lo encontraría. Ya estaba comenzando a sudar cuando la llamada finalmente se conectó.
—¿Aló? —respondió una voz baja y ronca.
—Jefe, ¿está bien?
—No, tengo fiebre... —dijo con dificultad al otro lado de la línea.
—¿Ya tomó algo para la fiebre? —le pregunté con ansiedad, se podía ver por el tono de su voz que no se encontraba nada bien.
—No tengo pastillas en la casa.
—¿Estás solo? —le insistí y él emitió un «ajá» que casi ni escuché, luego se quedó en silencio. Fruncí el ceño porque Klein realmente se escuchaba muy mal.
—Envíame la dirección de tu casa, iré en este momento para llevarte medicina —le pedí.
—No tienes que preocuparte... —se negó Klein.
—¡Si no tratas esa fiebre, puede empeorar! Dame tu dirección y no te quejes.
—Está bien... —respondió y recibí la dirección. Debía estar muy mal si había logrado convencerlo tan rápido.
—Estaré llegando en media hora, si escuchas que alguien toca la puerta, soy yo. ¡No te duermas! —le dije, casi gritando, y colgué. Me levanté y fui a la entrada para ponerme los zapatos.
—¿De verdad vas a ir a su casa?
Dios, tenía que haber tomado algo cuando recién comenzaba a sentir los síntomas. Le traje un vaso de agua y le hizo tomar la medicina. Me quedé observándolo y le puse una manta extra encima. Tenía que estar alerta. Si su temperatura no bajaba en media hora, tendría que llamar a una ambulancia.
Afortunadamente, la medicina funcionó y su temperatura bajó. Le envié un mensaje a Joey para decirle que todo estaba bien.
—Me alegro, pero es muy tarde para que regreses ahora. Hay una tormenta afuera, no creo que encuentres ningún taxi—, explicó.
—¿En serio? Pero se vería mal si me quedo en su casa, Joey.
—No lo hiciste a propósito y no creo que tu jefe se despierte en toda la noche. Además tienes que secar tu ropa, no puedes quedarte toda mojada. No vayas a enfermarte tú también—, respondió con seriedad mi amiga que siempre estaba bromeando.
—Entiendo.
Después guarde mi celular y comencé a buscar algo con lo que secar mi ropa. Sin embargo, me di cuenta de que no podría secarla a tiempo y me puse a buscar entre la ropa de Klein, pero no encontré ninguna prenda de mujer. Con pesar, escogí una camisa de él.
Mientras revisaba, me había asegurado también de ver si encontraba alguna prueba de que Klein tuviera novia. Si podía ponerme en contacto con alguien, podría evitar que se formara algún malentendido, sin embargo, no encontré nada. Me cambié y puse mi ropa en la secadora.
Cuando regresé a su habitación, Klein estaba un poco más fresco. Solté un suspiro de alivio. Viendo la casa, me di cuenta de que había una habitación secundaria y un estudio, pero me avergonzaba dormir en alguno de ellos sin el permiso de mi jefe. Así que me acomodé en el sofá. No me haría mal dormir una noche ahí. A las tres de la mañana, me levanté para comprobar la temperatura de Klein. Finalmente tenía una temperatura normal cuando le toqué la frente, así que volví al sofá.
Lo siguiente que recuerdo fue que estaba durmiendo plácidamente cuando los rayos del sol me despertaron. Abrí los ojos con dificultad y me encontré con mi jefe mirándome fijamente de cuclillas frente a mí.
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