Nuestro Final de Amor romance Capítulo 18

Alejandro, que estaba concentrado en sus tareas, marcó un documento con fuerza después de escuchar a Manuel.

Pero, ¿cómo podría ser eso posible?

Aunque no vio a María en sus últimos momentos, los informes de su muerte y los certificados de defunción eran reales e irrefutables.

Si realmente era María, entonces sería como ver un fantasma.

Incluso si alguien influyente hubiese falsificado el certificado de defunción de María, ella era huérfana y sin amigos, ¿quién haría algo así por ella?

Lanzó su bolígrafo y frunció el ceño, mirando a Manuel.

—Si tienes problemas de visión, deberías conseguirte unas gafas.

Al principio, Alejandro también dudaba de que María realmente hubiera muerto, gastando gran parte de su fortuna y esfuerzos buscándola por todo el mundo.

Pero después de tanto buscar sin resultados, gradualmente se resignó y aceptó su muerte.

Ahora, justo cuando su esperanza empezaba a extinguirse, Manuel le informaba que María había sido vista en las calles de Tarcania.

Quizás viendo su incredulidad, Manuel le mostró una foto que había tomado.

Observando la imagen de la persona familiar, Alejandro sintió cómo sus ojos se humedecían.

Estaba seguro de que era María.

Después de todo, habían estado enamorados durante diez años.

Temblando, pasó sus dedos sobre la foto. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que vio a María por última vez?

Durante los días siguientes a su muerte, pasó noches enteras bebiendo, intentando emborracharse lo suficiente para que María apareciera en sus sueños.

Quizás ella lo odiaba tanto que ni siquiera en sueños quería encontrarse con él.

Ahora ella estaba allí, tangible y real en la fotografía.

Después de más de un año sin verla, parecía incluso más joven que antes, sus ojos no mostraban tristeza, solo luminosidad, como si hubiera encontrado la felicidad lejos de él.

La esperanza se reavivaba en su corazón.

Por eso asintió y acompañó a Alejandro.

La fiesta gradualmente alcanzaba su clímax.

El esperado anfitrión del evento descendía lentamente por las escaleras al son de una melodía encantadora.

Todas las miradas se centraban en la familia de tres.

Javier vestía un traje de cóctel azul oscuro con zapatos de cuero negro y una camisa blanca, exudando un aura de nobleza y misterio.

María, cogida del brazo de Javier, lucía un vestido de noche verde oscuro con bordados pesados, su cabello suelto en suaves rizos, su piel radiante y sus ojos profundos como el océano.

Isabel, a su lado, llevaba un vestido de princesa en el mismo tono de verde.

La familia, como sacada de un cuadro, dejaba a todos sin aliento.

—¡Mamá!