El caos reinaba a mi alrededor y tuve que poner un poco de orden. No porque me gustara especialmente tomar el mando, sino porque acababa de notar que mi mareo era debido a mi brazo que no había parado de sangrar.
Jodido Alan, me había rebanado bien el brazo.
Pedí que me llevaran con algún médico antes de desmayarme porque aun tenía cosas que hacer.
-Bombas… ¿Quién m****a las habrá puesto ahí? – Murmuré mientras un grupo de lobos me “escoltaba hacia una habitación cercana.
-¡Rose! – Gritó una pequeña voz a mi espalda y me detuve lo suficiente como para que me alcanzara.
-Hey, pequeño hombrecito. Tú y yo tenemos que hablar de cosas serias. – Dije en mi mejor tono de reprobación.
-Lo sé. – Dijo solemne. – Tenía que salir de aquí para avisarles sobre las bombas. No era mi intención ponerme en peligro o preocuparte.
-No importa el motivo, deja que los adultos se encarguen de las cosas peligrosas, ¿De acuerdo?
Para este momento ya me encontraba en una cama y algunos lobos en batas comenzaron a entrar apresuradamente por la habitación. Yo parpadee cuando todos comenzar a tratarme como si esto fuera una herida mortal.
Caray, ¿Cómo lo aguantaría el pobre Alfa Noa?
-Deténganse chicos. – Dije cuando comenzaron a pelearse por quién cosería mi brazo. No exageraba, estaban a punto de sacar los colmillos por tener el “honor”. – Solo necesito a uno de ustedes. Tú. – Die señalando a un lobo de aspecto cansado en la puerta que observaba el espectáculo con resignación. - ¿Eres médico?
-Lo soy.
-Bien, cóseme un poco. El resto de ustedes, hay heridos en el pasillo. Quiero que los ayuden como si todos fueran su jodido Alfa; sobre todo al tipo de aspecto hosco y peligroso que también está decorando este brillante piso con su sangre.
-Si, Alfa.
Y solo así se marcharon apresurados.
-Impresionante. – Dijo un lobo desde la puerta.
-No, impresionante fue cómo el pateé el trasero al lobo más siniestro del lugar. Tristemente no pudo estar presente, señor Fred. – Dije con una sonrisa antes de sisear de dolor cuando el lobo médico comenzó a coser sin tonterías.
-Estoy seguro de que escucharé las historias de tus hazañas en los próximos días. – Dijo entrando de plano a la habitación y sentándose junto a mi cachorro favorito.
Había estado silenciosamente a mi lado, pero este no era el mejor momento para preguntar qué era lo que le sucedía.
-¿Cómo es la situación de aquí abajo? – Pregunté poniéndome seria.
-Mala. Saber que la guerra estaba justo en la puerta los alteró, pero saber que había algunas bombas cerca los puso en la histeria total. He estado repartiendo golpes en la última media hora para dejarlos sin sentido.
Puede que una pequeña risa se me haya salido de los labios, pero por respeto al médico que frunció el ceño acusadoramente, fingí que eran gemidos de dolor.
No era como si tuviera que actuar mucho.
Una vez que Cole me sacó de mi trance de concentración, el dolor en mi cuerpo se hizo presente. Necesitaba unos días de descanso.
Guardamos silencio hasta que el buen Doc terminó.
-Con su permiso Alfa… Luna Rose, iré a ayudar a mis compañeros a tratar heridas.
Yo asentí dándole las gracias. Justo cuando la puerta de la habitación se cerró comencé a reír a carcajadas. Ni el cachorro ni el señor Fred rieron conmigo.
-Oh ¡Vamos! Era jodidamente graciosa la expresión en su cara, ¿No la vieron?
-Yo no veo una m****a. – Dijo El señor Fred y eso me hizo reír más fuerte.
Ni siquiera oí la puerta volver a abrirse.
-Me alegra ver que te sientas lo suficientemente bien como para rodar por la cama. – Dijo una voz baja, profunda y sensual.
Yo levanté la cabeza.
-Hola, ¿Controlaste la situación allá afuera?
-Si te refieres a que les gruñí para reforzar tu autoridad… si, lo hice.
-Excelente. Ahora, ¿Alguno de ustedes sabe algo respecto a los últimos acontecimientos que nos tienen aquí abajo resguardados?
-No. Yo llegué justo para verte luchar contra un lobo peligroso. – Dijo Bastian acercándose. – Me enteré de las bombas uno o dos minutos antes de que todo se fuera a la m****a.
-Si. – Dijeron al mismo tiempo el señor Fred y Chase. Yo giré mi cabeza para mirarlos.
-Enviaste a un cachorro conmigo para que escuchara una grabación. – Dijo el señor Fred. – Ahí hay mucha información para procesar, pero lo más urgente estaba relacionado con las bombas de allá arriba.
Entonces el señor Fred nos dio un resumen rápido y brutal sobre todo lo que había dicho Clarissa en sus últimos minutos viva.
Yo miré con horror hacia mi cachorro favorito porque oda esta información no debió de haber sido escuchada por él. Sn embargo, sus hombros caídos y su cara escondida me decían que ya estuvo en primera fila para oír todo esto.
-Chase… - Dije sin saber bien cómo comenzar.
El cachorro comenzó a temblar y mi corazón se apretó. Lo atraje hacia mi regazo y lo dejé sollozar en mi pecho mientras le decía algunos murmullos tranquilizadores.
-No me odies, por favor. – Dijo el cachorro con un ronco aliento.
Yo dejé de estrujarlo a muerte y lo separé un poco de mí para mirarlo confundida.
-¿Por qué te odiaría?
-Porque yo… yo soy hijo de mi madre. Y no es como si mi padre se hubiera portado especialmente bien contigo tampoco. – Dijo volviendo a ocultar su cara en mi pecho.
Ah, pequeño bebé.
-No me importa quiénes fueron los que te dieron la vida, Chase.- Dije acariciando dulcemente su cabeza. – Tú siempre serás tú; jamás voy a juzgarte por los actos que han cometido otras personas. Yo te quiero, pequeño, te quiero como si fueras mío porque desde que te conozco, no importaba qué tan profundamente perdida se encontrara mi alma, tu sonrisa y tu bondad tocaron mi corazón. ¿Cómo podría odiarte?
-No quiero que se vaya toda esta… calidez. Tengo miedo de mirar hacia atrás y tú ya no estés.
Las lágrimas cubrieron mis mejillas de forma silenciosa. El cachorro acababa de perder a su madre y su única preocupación era que yo pensara mal de él.
-Te lo digo ahora, pequeño, tendrán que separarme de ti con una espátula sangrienta. – Dije apretándolo un poco más. - No importa ni siquiera si en un futuro decides convertirte en un Alfa tiránico, yo te apoyaré. Es más, podemos hacer los interrogatorios divertidos juntos.
Eso le sacó una pequeña risita.
-No quiero ser un Alfa tiránico, no impresionaría a Amanda con eso. Tampoco planeo iniciar una guerra para tener prisioneros que tengamos que interrogar.
-Una lástima, pero la oferta sigue en pie.
Guardamos unos segundos de silencio. El señor Fred y Bastian solo presenciaban la escena sin intervenir. Supongo que sabían que yo lo tenía controlado.
-Lo pensaré, gracias Rose. – Dijo un poco más tranquilo.
-Genial, ahora necesito un cachorro fuerte y valiente que vaya y vea la situación en la que se encuentran los otros cachorros. Tranquiliza sus tiernas mentes, en cuanto tengamos más información, yo misma iré a darles unos cuantos abrazos.
-Esta bien. – Dijo dándome un último abrazo y bajó de la cama.
Dio un par de pasos en dirección a la puerta antes de detenerse y mirar hacia su padre. No sé quién se sorprendió más cuando el cachorro caminó directo hacia él y le dio un abrazo rápido. Después de que Bastian le regresara el abrazo torpemente, el cachorro corrió hacia el señor Fred y le dio un abrazo igual.
-Bien, yo iré a organizar a los lobos. Estoy seguro de que debo de golpear a unos cuantos lobos de nuevo. – Dijo el señor Fred caminado hacia la salida.
Bastian y yo nos quedamos solos.
Giré mi cuerpo en su dirección lo miré atentamente.
-¿Qué sucede?
Tal vez era la luz o tal vez habían sido las últimas horas en las que había estado muerta o a punto de morir, pero el lobo se veía malditamente sexy. Tan sexy que mis partes de chica comenzaron a hormiguear cuando imaginé qué era lo que podían hacer dos adultos en un cuarto a solas.
Me levanté lentamente hasta llegar frente a él. Vi como sus fosas nasales se ensancharon y luego me lanzó una mirada ardiente, pero no se movió.
-Tu herida…
-A la m****a mi herida, quiero tu boca ahora. – Dije comenzando a enojarme.
Jodido lobo, no rogaría si eso era lo que estaba esperando. La vida era corta y no había tiempo en sutilezas.
-Y yo no quiero lastimarte. – Dijo suavemente siguiendo el borde de las líneas que me dejaron las garras de Alan en la piel.
-Si eso es lo que te preocupa, entonces solo dame lo que quiero.
-No puedo. – Dijo con dientes apretados.
-¿Por qué no?
-Porque no creo poderme controlar. Y el olor de tu deseo no hace nada por ayudar.
-Creo recordar que alguien dijo que eso era… repugnante. – Dije con una media sonrisa volviéndome valiente y acercándome hasta que solo un centímetro nos separara.
-Mentí. Mentí mucho.
-¿No se suponía que las parejas no se podían mentir entre sí? – Pregunté arqueando la ceja.
-No pueden.
-¿Entonces?
-En ese momento yo estaba pensando en otra cosa para poder decir eso y que sonara convincente. – Dijo y por el rabillo del ojo vi que apretaba los puños hasta que sus brazos comenzaron a temblar.
-Has sido un lobo muy malo, eso me hizo sentir mal, ¿Sabes? – Dije estirando mi mano para acariciar una de las venas que corrían a lo largo de su brazo.
-Lo siento. ¿Cómo puedo compensarte?
-No lo sé, pero estoy segura de que se me ocurrirá algo… oh, ya se, ¿Qué tal si sales de aquí para gruñir un poco y avisarle a todo el mundo que estaremos ocupados haciendo planes de Alfa o lo que sea? Las mandas pueden esperar, a mí me gustaría explorarte. A menos que no quieras que yo…
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Papá compró una humana!