Yolanda se quedó mirando a su hija, completamente atónita.
Karina le tomó la mano, que sentía un poco fría, y habló en voz baja:
—Mamá, de ahora en adelante, por favor, ponle más atención a papá.
Hizo una pausa con intención:
—Sobre todo en lo que tiene que ver con el dinero. Fíjate bien en lo que se gasta en la casa, en las cuentas de la empresa. Es mejor que tú misma tengas guardado algo para ti, siempre es bueno.
Yolanda no era ingenua.
Con esas palabras, ¿cómo no iba a entender lo que Karina quería decir en realidad?
Pensó en cómo había actuado su esposo ese día, tan diferente a lo habitual, y recordó otros detalles de su comportamiento en los últimos meses.
De repente, a Yolanda le costó trabajo respirar, sentía el pecho apretado y como si mil pensamientos se arremolinaran en su cabeza.
—Kari, mamá te entendió —murmuró, la voz apenas siendo un susurro.
...
Karina regresó a su cuarto y cerró la puerta con seguro.
El testamento que había dejado su abuelo le otorgaba acciones en Grupo Galaxia; sin embargo, había una condición: si llegaba a los veinticinco años sin casarse, el manejo de esas acciones quedaría en manos de sus padres. Si se casaba antes, ella recibiría el cuarenta por ciento del control de manera directa.
En su vida anterior, justo al día siguiente se casó con Valentín y así consiguió el control de la empresa.
Pero ahora, con la boda cancelada y Valentín fuera de juego, necesitaba encontrar a alguien más con urgencia, alguien con quien casarse para que lo que su abuelo le dejó no terminara en manos de Gonzalo o Valentín.
Con ese pensamiento, Karina tomó su celular y buscó a Belén Soler en WhatsApp.
[Belén, ¿andas por ahí?]
Apenas envió el mensaje, la pantalla se iluminó con la llamada de Belén. Su voz llegó corriendo, cargada de chisme y urgencia.
—¡Kari! Acabo de ver en el grupo que Valentín fue a tu casa a cancelar la boda y que ahora quiere casarse con Fátima, la que se está quedando contigo, ¿es cierto eso o qué?
Karina se frotó el entrecejo.
—Sí, es cierto.
—¡No puede ser! —Belén soltó una grosería que ni intentó disimular—. ¿De verdad se le zafó un tornillo? ¿Dejarte a ti, que eres un bombón, por esa lagartona? ¿Está ciego ese tipo o qué?
—Yo siempre te lo dije, Kari, ese Valentín parece todo decente, pero por dentro está podrido, es bien oscuro, nunca te llegaba a los talones… ¡pero tú no me hacías caso!
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