Algo en mi interior me impulsaba a ir a la casa grande y enterarme que carajos fue eso ¿desde cuándo Magnus daba abrazos? No, mejor aún ¿desde cuándo Magnus abrazaba a humanas? Aunque si debía pensar en frio, la pregunta era, ¿desde cuándo me importaba lo que sucediera si no me relacionaba directamente? ¿en qué momento me convertí en un chismoso?
— Mejor muevan sus traseros y… — mi orden fue ignorada, ante el pequeño grupo de obreros que balbuceaba lo que para mí eran incoherencias.
— El jefe la llamo hija. — dijo con asombro un trabajador y casi caigo de la valla del picadero.
— Le dijo pulga. — aseguro otro aún más sorprendido y eso me confundió, si un lobo nombra a alguien como pulga, es porque es un gran problema.
— ¿De qué van ustedes y su revuelo? — indago como si realmente no me interesara.
— No lo vas a creer Malakai, una humana llego al rancho… — comenzó a explicar el más joven de los seis.
— Sí, creo que todos lo vimos. — mi comentario hace reír al pequeño grupo.
— Llamo al jefe cual humano llama a un perro. — un gruñido involuntario sale de mí, y no es para menos, Magnus no solo es mi jefe, igual que sea mi padre, pero sobre todo es mi Alpha.
— Retráctate. — le ordeno y ante mi voz de mando el muchacho baja la cabeza, si bien soy un Alpha, bien podria ser el beta del jefe.
— Lo siento, pero si fue así, ella silbo y el jefe salió. — afirma aun con la cabeza baja.
— Salió y sonrió. — agrega otro y yo me perdí tal acontecimiento, maldición.
— La llamo pulga, luego Natalie y finalmente hija. — definitivamente debería haber estado allí.
— Magnus no tiene hijos. — afirmo lo que todo el mundo sabe.
— Lo sabemos, aun así, cuando la humana le dijo “Tenías razón Magnus, el mundo está lleno de cazadores.” El jefe casi pierde el control, vi sus ojos cambiar. — ante tal afirmación, no soy el único que esta con la boca abierta, Magnus tiene el mayor control sobre su lobo, incluso cuando lo desafían por el poder, solo se transforma como última opción, pues al no tener su compañera, sabe muy bien que podria perder su humanidad si a su lobo le da por recordarla justo en ese momento, el dolor sería tan grande que no podria regresar a su forma humana. — Lo juro por dios, él solo se contuvo cuando ella le aseguro que aun así ella gano.
— ¿Qué cosa gano? — ¿Qué m****a me importa? Me grita mi cerebro.
— Pues ella…
— No me interesa y a ninguno de ustedes. — no, definitivamente matare este instinto de vieja cotilla que de seguro surgió por estos metiches chismosos. — Si es algo que afecte al rancho Magnus lo dirá, de lo contrario, aquí no paso nada, ahora ¡a trabajar!
Di la orden y me obligue a cumplirla, aun cuando luego de un momento vi a Nilda sacar las cosas del automóvil y llevarla a la cabaña grande, la inquietud regreso, eso quiere decir que esa mujer se quedara, ¿Por qué? ¿quién es?
Trato de mantener mi cabeza ocupada, ni siquiera le pregunto a Carl que fue lo que sucedió, y él por supuesto que no suelta prenda, somos los hombres de confianza de Magnus, si tuviera una hija lo sabría… ¿verdad?
Una maldición escapa de mis labios, el nerviosismo en mi interior jamás lo había sentido, es ridículo, aunque es razonable a la vez, mientras esa mujer este aquí no podremos transformarnos, al menos no cerca del rancho, deberemos ir a pie o camioneta mejor dicho, lo más lejos posible, peligrando a la vez que esa mujer sospeche por la alta actividad vehicular a deshora, porque definitivamente será así, somos muchos, casi cuarenta hombres lobos, que si no gastan su energía sobrante follando o peleando, deben soltar a su lobo, cosa que pasa casi todos las noches y no somos dos o tres, somos la mayoría, sí, yo soy uno de los primeros en explotar… maldición, explotar, si alguna pelea se desata entre los trabajadores… definitivamente que dos o más lobos salgan de la nada y peleen en medio del rancho y que ninguno de nosotros le dispare, le parecerá raro.
Mi cabeza estaba proyectando los mil y un problemas que definitivamente tendremos si esa humana se queda aquí, pero Carl me informo que Magnus queria verme y hacia la casona del jefe me dirigí, mentiría si dijera que fui a paso lento, claro que no, casi corrí y me podrían hacer una mamada el que pensara que era lameculos.
Lo primero que noto al ingresar en la casona, son las hormonas que Nilda libera para llamar mi atención, casi me asfixia.
— Por favor, Nilda, ya lo hablamos. — un leve gruñido sale de mis labios, maldición, no hay nada peor en el mundo que una loba cachonda que no acepta un no.
— Lo has dicho, lo hablamos, no dirías lo mismo si me probaras. — ¿algo que me cause asco en la vida? Las mujeres que caen tan bajo como para rogar que las follen.
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