Sí Señor (Porque Yo lo digo 2) romance Capítulo 118

— Danielle Duncan, qué ingrata eres ¿acostumbras a tratar así a tus amigas? Me ignoras y finges no conocerme, ni siquiera tuviste la decencia de saludarnos a mí y a Kenny, nos viste en la recepción

— Edith, buenas noches —saludó incómoda—. Disculpa pero estoy algo distraída

— Al menos saluda a mi esposo, no está pintado, que grosera

— Por supuesto, hola Kenneth, disculpa —sonrió inquieta

— Hola Danielle, las voy a dejar para que hablen a gusto

Maldición, no quería lidiar Edith, justo ahora, de seguro tenía mucho de qué quejarse y le encantaba hacerlo.

— Claro, gracias —suspiró viendo como el maduro se alejaba

— Estas terrible ¿Cuánto peso ganaste? Ese vestido sufre ¿está muy ajustado?

— No, es de mi talla Edith

— Bien ahora que mi Kenny, se fue voy a ir directo al grano —advirtió cambiando de actitud—. Sea lo que sea que le hayas dicho a Nicholas, acerca de mí CAMBIALO, mi esposo ha invertido mucho de su valioso tiempo en tu noviecito como para que no cumpla con su palabra y las condiciones que le impuso para llevar a cabo su sociedad

— ¿Estás segura que he sido yo la que ha interferido? —soltó sin ánimos de besarle los pies

— ¿Qué demonios quieres decir con eso?

— Edith, me harté de tu trato, te crees superior solo porque te casaste con un cincuentón millonario, sigues siendo la misma idiota superficial de la escuela, pendiente de cuanto tiene el resto para poder conseguir más, así que deja que ellos hagan sus negocios y no te metas, sigue jugando con tus barbies o al monopoly comprando propiedades, me importa un carajo

— Maldita perra malagradecida

— ¿Seguro que hablas de mí? No somos amigas, y que bueno porque tienes la habilidad de amargar a la gente solo abriendo la boca

— Solo eres una gorda resentida

— ¿Se te acabaron los insultos, tan pronto? Acabamos de comenzar

— Pobre Nicholas, tiene que tolerar tus grasosos dedos tocándolo

— Se llama embarazo, algo con lo que al parecer nunca estarás familiarizada o tal vez tu esposo es lo suficientemente inteligente para no querer un hijo de una cabeza hueca

— ¡No te lo voy a permitir!

— De acuerdo

Haciéndole una mueca de fastidio la dejó con su intento por insultarla, al parecer no era tan habladora cuando la enfrentaban sin su séquito de amigos comprados alimentando su ego haciéndole creer que es importante solo por el tamaño de la cuenta bancaria de su esposo. Con la frente en alto Danielle, cruzó miradas con Kobayashi y continuó caminando hacia el bar justo al centro, pidió un agua mineral y antes que su copa llegara lo hizo la mano del japonés en su trasero. Así que reuniendo todas sus fuerzas contuvo la arcada que el calor de esa sucia mano emanaba y sin girar la mirada tomó un sorbo de agua. La necesitaba

— No sea atrevido, quite la mano ahora

— Quiero meterla debajo de este vestido barato —susurró sobre su oído exprimiendo su trasero con placer

— Me considero una mujer reservada, por lo que exhibir mis deseos más “íntimos” no es algo que haga en un salón lleno de gente, ahora quite su mano de mi trasero

— ¿Dónde la quieres esta vez?

— Guardada en su propio bolsillo, gracias —continuaba sin mirarlo a los ojos

— Da la vuelta, mírame a la cara —sonaba excitado y decidido

— Si va a montar un numerito de manoseo en público, si le gusta el morbo de ser descubierto, al menos dígale a sus gorilas que vayan a dar una vuelta al salón —se giró inclinándose cerca de sus labios finos y resecos—. No quiero mirones

Un segundo después con esa odiosa voz los mandó a la entrada y que no se movieran de allí. Entonces se pegó a Danielle, y sin importarle la gente del bar deslizó una mano sobre uno de sus pechos listo para apretárselo pero lo detuvo

— Descarado, mantén tus manos controladas, iré a beber mi copa a un lugar más tranquilo

Se deshizo de sus horrendas manos y con su copa de agua mineral caminó hasta la otra salida del salón directo a esa sala que Tamara, le enseñó al inicio de la noche. Caminó hacia el hermoso ventanal y a su paso reconoció algunos rostros como los hombres que estaban cerca de Nicholas, en la entrada lo cual la calmó un poco.

— Aquí hay menos luz, que astuta, lo deseas tanto como yo

— Vamos Takeshi, relájese beba un trago y tome asiento un rato, la fiesta es muy linda, me encantan las canciones navideñas —y haciendo acopio de todo su autocontrol le sonrió

— Una copa y eres mía, nada de juegos

En cuanto Kobayashi, se dio la vuelta para acercarse al bar ubicado en la otra esquina de esa estancia Danielle, corrió a la salida desapareciendo de la habitación. Con el corazón bombeando con fuerza en su pecho observó cómo alguien desde el interior cerraba las puertas y todo el ambiente se tornaba como el de una película de matones a punto de darle una lección a un imbécil. Aterrorizada por ser partícipe de la encerrona apartó la mirada de las puertas francesas para escapar pero solo consiguió dar un paso antes de chocar con el pecho de Nic, su mirada lo decía todo, lo había visto tocarla y estaba agitado respirando con fuerza.

— Nic, yo lo lamento pero él, me sorprendió y..—

— Te lo advertí… —la señaló con el índice en tono amenazante

— Lo sé y fue horrible pero… —se detuvo en seco al notar con horror sus nudillos rotos brillando por la sangre—. ¿Qué demonios le pasó a tu mano?

En respuesta la atrapó en sus brazos besándola apasionadamente aprisionándola contra la pared, ardía pero Danielle, no sabía si de deseo o de ira. Quizás un poco de ambos.

— Esta noche voy a borrar los rastros de ese hijo de perra de tu cuerpo

— Sí, por favor, hazlo

— Quiero que vayas con Tamara, puedes esperarme o ir a casa, el chofer te espera en la entrada

— Aun no me dices lo que le ocurrió a tu mano

— Era una pared o el puto japonés, ahora te quiero lejos

— ¿Te duele?

— No

— No me mientas Nic

— Me arde un poco, pero ya te encargaras de eso luego, aléjate de este hombre

Tormenta en nochebuena 1

Tormenta en nochebuena 2

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