Sin Reconciliación, me Casé con un Magnate romance Capítulo 253

Alicia permaneció junto a la computadora, mirando a Vicente con frialdad.

Con una sonrisa burlona, dijo: —¿Lo ves claro ahora? ¡Esta es la prueba que querías!

Durante todos esos años, siempre había sido víctima de las manipulaciones y calumnias de María, sin poder obtener pruebas concretas.

Después de tanto tiempo, todo se había convertido en una historia falsa.

¡Y los hermanos ya no le creían!

Alicia reconoció que, en ese momento, sentía una especie de satisfacción vengativa.

Vicente terminó de ver el video de la cámara, y al ver el momento en que María le arrojó algo a Alicia, su mente fue como si hubiera recibido un fuerte golpe.

Casi no pudo mantenerse en pie. Giró con dificultad y miró a María.

Vicente permaneció largo rato en silencio, incapaz de creer lo que veía. ¡¿Cómo se atrevió María a hacer eso?!

Su mirada era una mezcla de furia y desconcierto: —María, la prueba está frente a ti. ¿Qué más tienes que explicar?

No podía creer que María realmente le hubiera hecho daño a Alicia.

María, pálida de miedo, nunca se imaginó que Alicia realmente había recuperado el video de la cámara.

¡No podía ser! ¿Cómo lo había logrado?

¿Qué podría decir ahora?

Tartamudeó: —Vicente, yo... Yo lo hice porque Lucía me obligó.

—¿Aún intentas defenderte?

Vicente la abofeteó con fuerza: —Te di una oportunidad antes. ¿Por qué no lo dijiste entonces?

Fue solo cuando Alicia sacó el video de la cámara cuando María finalmente admitió la verdad.

Eso confirmaba que María había mentido todo el tiempo.

María, golpeada, vio la expresión horrorizada de Vicente y, por dentro, se sintió aterrada.

¡No podía perder la confianza de los hermanos de la familia García!

María, derrotada, se acercó y abrazó las piernas de Vicente: —Esta vez fue porque me obligaron. ¡Hermano, tienes que creerme!

—¡Fuera de aquí!

Vicente la empujó con el pie, su tono lleno de desdén: —Deja de llamarme hermano. ¡No lo mereces!

Alicia, que observaba desde un lado, aplaudió con entusiasmo.

¡Qué espectáculo tan esperado!

Había esperado tanto tiempo por este momento.

Vicente miró a Alicia, lleno de culpa: —Alicita, de verdad, te pido perdón. Estaba equivocado, lo reconozco.

Esta vez, se dio cuenta de su error.

Alicia, viendo la actitud arrepentida de Vicente, solo sintió un profundo sarcasmo.

Su tono era gélido: —¡Pero no acepto tus disculpas!