Resumo do capítulo Capítulo 312 do livro Sin Reconciliación, me Casé con un Magnate de Internet
Descubra os acontecimentos mais importantes de Capítulo 312 , um capítulo repleto de surpresas no consagrado romance Sin Reconciliación, me Casé con un Magnate. Com a escrita envolvente de Internet, esta obra-prima do gênero Reencarnación continua a emocionar e surpreender a cada página.
—¡Pásame la cuenta, primero compremos las entradas para el partido del fin de semana!
Renata, sorprendida, preguntó: —¿Todo esto es tu dinero?
—Sí, por ahora usaré estos ciento cincuenta mil dólares. Luego veré cómo lo soluciono.
Antes, había pensado en hablar con Valentín sobre el patrocinio, pero aquel día no logró sacar el tema.
Ahora que era socia del Grupo Andes, ¿no debería tener el suficiente peso para hacerlo?
Después de la reunión, Alicia sintió que debían reclutar nuevos miembros.
—¡Mañana montemos un puesto para atraer gente!
Sacó su celular y le escribió un mensaje al abogado: [Mañana es la fecha límite.]
Cuando regresó a su dormitorio, recibió un mensaje de Roberto.
[El entrenador del gimnasio al que vas no es profesional. Podrías lastimarte. Te buscaré otro lugar.]
Alicia leyó el mensaje.
La última vez que habían hablado había sido hacía varios días, cuando él salió del hospital y le preguntó adónde iba. Ella respondió que al gimnasio.
Desde entonces, no habían vuelto a tener contacto.
Pero ahora, de la nada, él criticaba a su entrenador.
Alicia contestó: [No es necesario. Este entrenador es de veras muy bueno, antes fue deportista profesional.]
[Ser profesional no significa saber enseñar. ¿Con ese cuerpecito frágil, cuántos golpes podrías aguantar?]
Alicia casi podía imaginarse la expresión con la que él diría esas palabras.
Le respondió con una serie de puntos suspensivos.
Luego apagó el celular y se fue a dormir.
Roberto vio los puntos suspensivos en el mensaje de Alicia. Golpeó la pantalla con sus largos dedos. ¿Así que no piensas hacer caso?
Cada vez tenía más carácter.
A la mañana siguiente, lo primero que hizo Alicia al despertar fue revisar su celular.
Pero Roberto no había respondido.
Justo cuando Carlos terminó de hablar, Lucía apareció con el rostro lleno de disgusto.
Carlos se burló: —Alicia, mira quién llegó. Te apuesto a que hoy no consigues a nadie.
Alicia la miró con una sonrisa enigmática.
Lucía apretó los dientes y, mirando a la multitud a su alrededor, declaró con firmeza: —¡Escuchen todos! Pueden unirse al club que quieran. No los detendré.
La gente quedó boquiabierta.
Carlos, incrédulo, preguntó: —Lucía, ¿te volviste loca?
Ayer mismo ella había amenazado a todos.
¿Y ahora se echaba atrás tan rápido?
—¡Eso no es asunto tuyo!
Lucía le lanzó una mirada fulminante y luego se plantó frente a Alicia, con los ojos llenos de frustración.
¡Ya quiero acabar con esa malnacida!
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