Sin Reconciliación, me Casé con un Magnate romance Capítulo 321

Alicia escuchó las palabras del asistente Tomás y un destello de duda cruzó por sus ojos.

¿Enfermo de gravedad?

Pero ella recordaba que Vicente solo tenía problemas estomacales.

En su vida pasada, jamás había oído que Vicente sufriera de alguna enfermedad grave.

Sin embargo, ahora sí parecía haber adelgazado mucho.

Vicente se enderezó y apartó al asistente Tomás.—Estoy bien, es solo un problema de siempre.

—Pero, jefe, usted...

—Asistente Tomás, lo siento decir pero usted habla demasiado.

Lo interrumpió Vicente antes de que siguiera hablando. Luego, miró a Alicia.—No vine a pedir clemencia. Si cometieron errores, deben ser castigados.

¿No fue acaso a interceder por ellos?

Vicente tomó un documento de las manos del asistente Tomás.—El proyecto de inteligencia artificial tiene mucho futuro. Sé que en Grupo Andes eres una pieza clave en el área técnica, pero ¿por qué no emprender por tu cuenta?

—¿Qué quieres decir?

—Esta es mi empresa. Ahora te entrego todas mis acciones. A partir de hoy, desarrollarás este proyecto de inteligencia artificial por tu cuenta. Cuando salga a la bolsa, todos los logros serán solo tuyos.

Alicia miró el acuerdo de transferencia de acciones.

No esperaba que él le entregara la empresa.

¿Será que, después de ver el video de vigilancia, Vicente finalmente comprendió la verdadera mascara de María y ahora, arrepentido, quiere compensarla?

Alicia echó un vistazo al documento, pero no lo tomó.

Con algo de desprecio, dijo: —No lo necesito, quédate con él.

—No, te lo doy porque quiero. Antes fui un completo idiota. No me di cuenta de todo lo que sufriste durante estos años. Me dejé engañar por María, te malinterpreté, te castigaba y me portaba mejor con una extraña.

Vicente le metió los documentos en la mano y dijo: —Aquí tienes los documentos, ya están firmados.

Alicia, sin dudarlo, le devolvió el documento arrojándoselo a los pies.—¡Demonios ya te dije ,no lo quiero!

Las hojas del contrato se esparcieron por el suelo.

Vicente, con el rostro demacrado, la miró fijamente.—Alicita, no he sido un buen hermano, pero quiero aprender a serlo.

—Puedes ser el buen hermano de quien quieras, eso no tiene nada que ver conmigo.