Resumo de Capítulo 662 – Uma virada em Sin Reconciliación, me Casé con un Magnate de Internet
Capítulo 662 mergulha o leitor em uma jornada emocional dentro do universo de Sin Reconciliación, me Casé con un Magnate, escrito por Internet. Com traços marcantes da literatura Reencarnación, este capítulo oferece um equilíbrio entre sentimento, tensão e revelações. Ideal para quem busca profundidade narrativa e conexões humanas reais.
Pero Alicia vio la expresión de Teresa, no parecía estar actuando.
Beatriz, que estaba al lado, se sintió algo incómoda y miró a Teresa mientras decía: —Si Beto resulta herido, estoy segura de que te vas a arrepentir. Justo ahora no sé quién fue la que corrió apresurada al escuchar la noticia. ¿Y aún dices que no estás preocupada por que tu hijo salga herido?
—¡Ay, mi hijo sin duda sabrá controlar la situación!
Aunque Teresa también estaba preocupada por Roberto, en ese momento él estaba bien. La que estaba herida era Alicia.
Beatriz se encontraba algo molesta: —Escuché que doña Lorena despertó. Señorita Alicita, ¿por qué no vienes con nosotras a verla?
Estaba claro que a doña Lorena no le agradaría Alicia.
Teresa se levantó: —Alicia, ya que estás herida, descansa bien. No te molestaremos más.
Alicia solo pudo decir que sí.
Beatriz miró a Alicia de reojo, con una expresión llena de intenciones: —Ya que estás aquí y sabes que doña Lorena está en el hospital, como joven que eres, al menos deberías pasar a visitarla.
En los ojos de Alicia pasó un destello de frialdad, pero no dijo más.
Beatriz apartó la vista enfadada. Tenía que encontrar la manera de evitar que Roberto estuviera con Alicia.
Con respecto a aquel accidente, entre Alicia y Roberto ya no había posibilidad alguna.
Doña Lorena jamás lo permitiría.
Para entonces, lo mejor sería que Alicia tuviera un poco de sentido común y se alejara por su cuenta. Que no la obligara a tomar cartas en el asunto.
Después de que se marcharon, Alicia se quedó en la cama, absorta en sus pensamientos.
Pensar que doña Lorena también estaba hospitalizada le provocaba una extraña inquietud.
Cada vez que cerraba los ojos, recordaba a aquel hombre que emergió entre el humo, que gritaba su nombre sin importar el peligro.
Su voz sonaba urgente, llena de preocupación.
Alicia se cubrió el pecho con la mano. Sentía que el corazón iba a salírsele del pecho.
—¿Te sientes mal?
La voz suave y profunda de un hombre llegó a su oído.
Alicia se encontró con sus ojos alargados, y sintió que la temperatura de su rostro subía todavía más.
Soltó su mano con apuro, pero él dio un paso adelante, encerrándola entre él y la cama.
El corazón de Alicia latía cada vez más rápido.
¿Qué pretendía este hombre estando tan cerca?
Roberto se inclinó hacia ella, con la mirada fija en sus facciones enrojecidas, que le parecían cada vez más adorables.
Al principio solo quería bromear, pero su mirada se posó sin querer en los labios apretados de Alicia, y su respiración se volvió irregular.
Tenía ganas de besarla.
Y cuando Roberto lo pensó, también lo hizo.
Pero Alicia giró la cabeza, esquivándolo.
Sus labios rozaron la oreja de ella, dejando un sabor amargo.
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