"¿Así que te vas a casar?"
Aspen se quedó parado, "¿Quién te dijo eso?"
Miro no le dijo nada, solo lo miraba fijamente.
Aspen pensó en Ayla, "¿Ayla te lo contó?"
Miro frunció el ceño sin responderle.
Aspen entendió, puso cara de pocos amigos y le explicó,
"No te dejes llevar por sus cuentos. Papá no tiene planes de buscarte una madrastra. Sabes que nunca he dejado de buscar a tu verdadera mamá."
"¿Entonces no te vas a casar con ella?"
"¡No me casaré!"
"¿Seguro?"
"¡Seguro!"
Al oír eso, Miro se relajó un poco, "No me cae bien."
Aspen le dijo, "A mí tampoco."
Miro le dijo, "¿Hay alguna noticia de mi mamá?"
"Por ahora no, pero tranquilo, en cuanto sepa algo, serás el primero en enterarte."
¡Qué sentimientos tan encontrados tenía Aspen hacia esa mujer!
Ella había sido su antídoto y, de cierto modo, le había salvado la vida, estaba agradecido con ella.
Además, era de los que pensaban que lo que se comparte en la vida, se comparte una sola vez y para siempre. Si ya había tenido algo con ella, debía ser ella y nadie más.
Por eso quería encontrarla, casarse con ella y vivir a su lado una vida plena y feliz.
Pero después, con la llegada inesperada de Miro, además de amor, Aspen sentía rencor.
Ella era la única mujer con la que él había estado, Miro tenía que ser su hijo, el fruto de su amor. ¿Cómo podía simplemente abandonarlo?
Si Ayla no hubiera encontrado a Miro por casualidad, ¡el niño habría muerto en la puerta de su casa!
¡La había dejado a él y a su hijo!
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