"Me llamo Ape, él se llama Aspen, esa es la relación."
Carol "…"
Aspen sacó una llave antigua para abrir la puerta de la casa y, antes de entrar, le recordó:
"Te traje para que lo animes, no para que lo enfades. Si se pone de mal humor, aguántate y no le digas nada que lo irrite, especialmente nada sobre su madre."
¿Por qué, por qué, por qué?
¿Por qué si él le grita, ella no podía responder?
Bueno, si ella no podía contra él y su hijo apenas tiene cinco años, ¿qué podía hacer?
Carol se convenció a sí misma, contuvo su molestia y preguntó:
"¿Qué clase de persona era su madre? ¿Por qué decidió irse de casa? ¿Tuvieron problemas en su matrimonio?"
Aspen frunció el ceño de inmediato:
"¡No preguntes lo que no debes!"
Carol "…"
Antes de atender a un paciente, se supone que debo saber lo que pasa, ¿no es lo normal?
"Yo…"
"¡Entra!"
Carol entró a la casa algo molesta, dándose cuenta de que no podía comunicarse bien con él, ¡es que no era una persona con la que se podía tener una conversación normal!
Una vez adentro, Carol observó la casa.
No era pequeña, un apartamento de tres habitaciones, sala, comedor, cocina y baño, parecía tener unos 120 metros cuadrados.
Todo en un estilo de madera natural, suelo de madera, armario para zapatos de madera, mesa y sillas del comedor de madera, incluyendo una mesa de centro de madera.
Y se notaba que los muebles tenían su historia.
Solo el gran televisor de pantalla plana colgado en la pared parecía moderno.
El interior estaba muy limpio y acogedor.
Los muebles de madera junto con las cortinas blancas y las grandes plantas verdes daban un toque muy cálido al ambiente.
No esperaba que un hombre tan frío como él tuviera un hogar así.
Pensaba que en sus ojos solo existían los tonos grises, y no colores curativos como el madera natural.
Aspen ya se había cambiado a unas zapatillas y se dirigía directamente a una habitación de visitantes, abrió la puerta y se quedó mirando hacia adentro.
Carol intuyó que estaba viendo a su hijo y se agachó para cambiarse de zapatos.
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