"¿Qué te pasó?", dijo Tania, igual de confundida.
Carol dejó el celular, apenada de contar lo del beso con Aspen, y solo mencionó,
"Vino a hablarme de Miro, y justo ustedes llegaron y casi nos pillan los niños."
Tania abrió los ojos como platos y dijo,
"¡Por eso estabas tan nerviosa! Hoy por la tarde el jardín cerró de improviso, ¡se me olvidó decírtelo antes de volver! ¿Este regalo también es de él?"
"Sí." Dijo Carol sin más.
"Cangrejos reales de Alaska, langostas azules de Bretaña...! Pero, ¿no me dijiste que se había quebrado? ¿De dónde sacó plata para comprar algo tan caro? ¡Esto cuesta un billete largo!"
Carol se sorprendió y preguntó, "¿Tan caro es?"
"¡Sí!" Respondió Tania.
Carol pensó por un momento y luego dijo, "…Supongo que está preocupado de que ya no me ocupe de Miro, ¡y se gastó una fortuna!"
"¿Todavía piensas encargarte de Miro? ¿No te asusta que esa gente te vuelva a hacer daño?"
"Me asusta, pero no puedo dejar a Miro abandonado. Vamos viendo cómo va la cosa, primero hay que llevarlo al doctor."
Carol terminó de hablar y, mirando aquellos mariscos, suspiró y remangándose dijo,
"¡Hoy vamos a tener una cena de mariscos!"
En circunstancias normales, no aceptaría un regalo tan costoso, pero ese día en particular era diferente, ¡estaba enfadada!
Después de lo que le hizo, ¿qué tiene de malo disfrutar de su marisco?
¡Había que aprovechar!
¡No hacerlo sería peor!
Los cangrejos y las langostas aún estaban vivos, incluso Tania jamás había visto algo tan lujoso.
Los niños estaban emocionadísimos, jugando y buscando recetas en internet.
Uno quería prepararlos de una manera, otro de otra, ¡pero finalmente estuvieron de acuerdo en que los ingredientes más caros solo necesitan la forma de cocción más simple!
¡Al vapor!
Los mariscos estaban deliciosos y cocinarlos fue un momento alegre.
Después de la cena, Carol propuso ir al centro comercial.
Por un lado, para aprovechar el día libre de los niños y llevarlos a pasear.
Viendo cómo Cira elegía ropas de bebé con tanta seriedad y ternura, Carol frunció el ceño y dijo.
"Parece que algo no anda bien con ella."
Justo cuando Carol terminó de hablar, Cira levantó la mirada y la vio.
Ambas se quedaron mirando, y la expresión de Cira cambió de inmediato, pasando de ser amable a una mirada feroz.
¡Era como si estuviera viendo a la asesina de su hijo!
La emoción la embargó hasta el punto de quedarse sin aliento y tener dificultades para respirar. Los empleados de la tienda se acercaron rápidamente preguntándole si estaba bien o si necesitaba un doctor.
"Mamá, ¿puedo llevarme este?", preguntó Ledo, que había escogido un juguete y se acercó a Carol.
La mirada de Cira se desvió de Carol a Ledo.
Esa mirada era violenta, como la de un asesino en una película.
Carol instintivamente abrazó a Ledo y miró a Cira con cautela.
Tras unos segundos, Cira frunció el ceño y lanzó una mirada incisiva a Carol antes de irse.
El corazón de Carol latía con fuerza. Dejó a los niños a cargo de Tania y salió corriendo tras Cira.

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