Miro le echó un vistazo a Laín con una admiración que no podía ocultar.
Por no ser tan hábil, se impresionaba de ver a Laín charlando calmadamente con el profe. ¡No por nada era su hermano mayor!
Su hermano mayor era su ejemplo a seguir, ¡tenía que aprender de él!
"¡Ledo!" De repente, un grito retumbó en sus oídos.
Miro acababa de llegar a la puerta del salón y su corazón dio un vuelco.
Una niña lo estaba mirando furiosa, con los ojos rojos como si acabara de llorar.
Miro frunció el ceño al instante.
Con una mirada llena de cautela, observó a la niña y luego a Laín. "¿Quién es ella?"
Laín suspiró y movió la cabeza. "La hermana de Ledo."
Miro se sorprendió. "¿Tenemos una hermana?"
"Una hermana de corazón que Ledo eligió."
Miro se quedó sin palabras...
La niña, viendo que él no le respondía, se le enrojecieron más los ojos.
"Ledo, eres un mentiroso. Dijiste que yo era tu única hermanita, ¿por qué Julia y Marina también dicen que son tus hermanas?"
Julia, también con los ojos rojos, insistió, "Ledo, habla. ¿Realmente soy tu hermana o no?"
Marina sollozaba, "Ledo, Julia dice que miento, que no soy tu hermana. ¡Ay, diles que no estoy mintiendo!"
Miro nunca había visto tal escena y fruncía el ceño cada vez más, sin saber cómo responderles.
Cuando se ponía serio era una versión en miniatura de Aspen, con un aura helada que terminaba asustando a todas las niñas, y el salón se llenó de llantos.
Instintivamente, Miro cerró su puño y su rostro se volvió más frío.
El llanto de las niñas se intensificaba.
Sin otra opción, Miro buscó ayuda en Laín.
"No te preocupes, yo me encargo."
Después de hablar en voz baja, Laín llevó a Miro de vuelta a su asiento y les dijo a las niñas,
"Ya dejen de llorar, Ledo hoy está de malas, déjenlo solo un rato."


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