Dalia apretó el celular con fuerza al escuchar esas palabras.
—Está bien, ya lo entendí.
Colgó la llamada y bajó la cabeza, frotándose el entrecejo. Una oleada de cansancio la invadió. Pensó en cómo Cristóbal, ese hombre que en los negocios siempre mostraba una fachada de caballero, de repente había recurrido a los golpes, solo porque no soportaba ver a la mujer que le gustaba tomar alcohol.
De repente, a Dalia le vino a la mente aquella noche de este año, cuando por el bien de una artista de la compañía, tuvo que asistir a una cena para conseguirle una oportunidad de trabajo. Terminó tan ebria que no pudo regresar a casa y acabó durmiendo en el carro toda la noche.
Al día siguiente, lo único que recibió de Cristóbal fue un abrazo sin emoción y un vaso de agua con miel.
—Te has esforzado mucho, amor —le dijo él—. Ya te conseguí otra cena para esta noche, no te preocupes, tómate lo que quieras, yo paso por ti luego.
Comparando, Dalia se sintió ridícula. Nunca antes se había dado cuenta de que el hombre con el que compartía la cama solo la estaba usando.
Cristóbal jamás se preocupó por el hecho de que ella bebía por la empresa, pero sí era capaz de armar un escándalo y pelearse con un director importante solo por Nora.
Esta vez, no pensaba limpiar más los destrozos de Cristóbal.
...
—Dalia, amor, ¿qué tienes? ¿De verdad te enojaste conmigo?
Cristóbal le tomó la mano, nervioso.
—Me equivoqué, ¿sí? No te pongas así, te prometo que voy a tratar de no pelearme con nadie otra vez en público, hoy de verdad fue algo que no tenía planeado.
Dalia separó apenas los labios, su voz salía tranquila, pero con un filo cortante.
—¿Tienes idea de quién es Mateo? Es el director más influyente del medio. ¿Pensaste en las consecuencias para los artistas de la compañía después de golpearlo?
Cristóbal arrugó el entrecejo con lentitud, por fin dándose cuenta de la gravedad del asunto.
—Entonces...
La miró de frente, como si buscara algo de consuelo.
—Entonces, amor, solo quedará que tú te acerques más a Mateo por un tiempo, ¿no? Hablar con él, limar asperezas...
—¿Por qué siempre soy yo la que termina sacándote de los líos? —reviró Dalia, con sarcasmo.
Cristóbal se quedó sin palabras, aturdido.
—El que comete el error debe hacerse responsable. Anda al hospital, que te atiendan la herida. Cuando te recuperes, lleva a la señorita Soto a pedir una disculpa en persona. Si yo me meto, se va a ver como si no tuvieras la intención de arreglar nada.
Dicho esto, Dalia se puso los audífonos y dejó de prestarle atención.
Cristóbal la miró, frunciendo el ceño. Notaba que Dalia ya no mostraba el mismo interés de antes. Tal vez solo era una idea suya. Al fin y al cabo, la había hecho salir de la cama en la madrugada para arreglar su desastre; cualquiera estaría molesta.
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