BLAIR
Todo sucedió en unos segundos.
Cada vez que la brisa se agitaba, un cuerpo caía al suelo, salpicando de carmín los ladrillos.
No podía seguirlo muy bien, veía medio borroso, pero el olor de la sangre intensa se impregnó en el aire.
Los aullidos de lobos y los sonidos de resistencia terminaban en una lucha inútil.
Me helé al escuchar el grito del humano y, al final, todo se silenció en el latido de un corazón.
Ese depredador peligroso los mató a todos.
Entonces miró hacia mí.
Sus pupilas rojas se estrecharon sobre mi silueta, mientras avanzaba lentamente en las tinieblas.
Temblé con la espalda pegada a la pared, retrocediendo, y las uñas arañando los ladrillos bajo mis manos.
Casi desnuda, frente a su aura abrazadora que me rodeó posesiva.
Aguanté la respiración cuando lo tuve pegado a mi cuerpo.
Si decía que le temía estaría mintiendo; lo que sentía era demasiado loco para esta situación.
Sus manos se hundieron en mi cuello, su aliento sobre el mío agitado.
Sentía el corazón a punto de salirse de mi pecho, que rozaba el suyo.
Bajó el rostro medio oculto en sombras y me olfateó profundamente, salvaje.
Como un depredador a punto de devorarme.
Me recorría un frenesí embriagador.
—¿Por qué eres tan imprudente? —susurró en mi oído esa voz grave y ronca… peligrosa.
Me quedé callada, sin saber qué responderle.
No paraba de olerme.
Su lengua acarició lentamente la herida de mi mejilla, probando mi sangre.
Sentía el cosquilleo bajo el toque húmedo y el gruñido primitivo que se escapó de su garganta al lamer mi sabor.
Diosa, debería apartarlo.
¿Por qué le estoy permitiendo a un vampiro hacerme esto?
—Al final, me obligaste a acercarme a ti.
—Mmnn… —mordí mi labio inferior al sentir su rodilla colarse entre mis piernas y presionar mi coño caliente.
—Pensé que eso era lo que buscabas… acercarte a mí…
Encontré mi voz para responderle. No me quedaría tan pasiva.
Continué jugando con fuego y abrí más las piernas para subirme sobre su muslo.
—Mn … no sabes lo que estás pidiendo…
—Creo que soy bien grandecita para saber lo que quiero… no tengo cómo pagarte el rescate —jadeé contra su boca.
Jamás había hecho algo tan descarado con un extraño.
Pero el deseo crudo hablaba a través de mi garganta.
—Me tienes loco, mujer…
Con un gruñido cargado de necesidad, me besó al fin en la boca.
Abrí mis labios, lo dejé chuparme y meter su lengua.
Lami sus colmillos afilados, chocando contra los míos en ese beso arrasador y apasionante.
Me aferré a los hombros anchos de su chaqueta, de puntillas aunque estaba en tacones.
Era enorme y fuerte, olía a cuero, ron y café amargo, a lujuria intoxicante.
El bulto en su bragueta apretada se sentía duro y grueso… mmn, listo para dar tanto placer.
Sus manos rudas fueron a mis nalgas, apretándolas lascivo, colándose por debajo del diminuto body.
Jadeaba pesado, empujándome contra la pared.
Estaba dispuesta a saltar sobre su cintura… Diosa, estaba dispuesta a todo…
Con un vampiro desconocido. En una callejuela tenebrosa.
¿Qué rayos pasaba conmigo?
—Aamnnn… —gemí con los ojos entrecerrados cuando me chupó el cuello.
Tan profundo que creí que abriría mi piel y bebería ahí mismo de mi sangre.
El filo de sus dientes pasaba por mis venas, pero en el último instante… lo sentí tensarse de golpe.
Rugió una maldición llena de molestia.
Todo se enfrió de golpe.
—¿Qué…?
Me quedé perpleja cuando se separó de un salto, como si hubiese cometido un error imperdonable.
La frialdad me golpeó igual que puñetazos invisibles.
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