La gente que los rodeaba no pudo evitar vitorear, exclamando con envidia que tal escena era muy romántica.
Alba mostró una sonrisa en la cara, sintiéndose muy feliz por Micaela, no obstante, sin saber por qué, ese familiar mareo la volvió a atacar. Ella dio un paso atrás, tratando de reprimir esa sensación molesta.
Micaela abrazó firmemente a Carlos, oliendo el olor familiar y agradable, y la alegría casi la inundaba.
—Vamos a casa, ¿de acuerdo? —la voz grave y atractiva de Carlos sonó a sus oídos.
Micaela asintió con la cabeza y quiso volverse para despedirse de Alba, pero se dio cuenta de que esta ya no estaba allí.
«¿Se ha ido?»
Carlos abrió la puerta trasera, se subió al coche con Micaela, y levantó un panel que separaba asientos delanteros con los traseros.
En cuanto se cerró la puerta, Carlos la tomó a la mujer en sus abrazos y le cogió la nuca con una mano y la besó en los labios dominantemente.
Micaela no pudo resistir su pasión y solo se dejó llevar por el hombre, con el corazón latiendo rápidamente.
Carlos besó de manera violenta el tierno cuello blanco de ella, tratando de no dejar chupetones allí. Incesantemente, se dijo a sí mismo mentalmente: «Carlos, ¡ya basta! No puedes seguir más.»
Sentado en el asiento delantero, Diego conducía tranquilamente. En el portal de Brillantella, vio la espalda de Alba de irse a través del espejo retrovisor, como si estuviera bastante apresurada.
«¿A lo mejor Ernesto la estaba esperando cerca?»
Se dice que la mejor manera de dejar ir a alguien es comenzar una nueva relación. Y Diego se alegraba de haber encontrado a la persona adecuada.
Al pensar en su novia, él no pudo evitar acelerar el coche. Después de llevar a su señor y Micaela de vuelta, él podría ir a buscar a su novia.
Diez minutos más tarde, el coche se detuvo en el Barrio Fanslaño, pero tras de esperar un buen rato, Diego no vio que su jefe se bajó del coche.
«¡Joder! ¡¿Acaso están haciendo algo íntimo en el coche?!»
Diego puso cara de incredulidad, pero muy pronto abandonar tal suponer.
«Eso es imposible. Aunque Sr. Aguayo se dejara llevar por su deseo, con el carácter conservado de la señorita Noboa, ella no lo dejaría hacer algo así en el coche.»
Era cierto que Diego lo había pensado demasiado.
Pero efectivamente Carlos había besado a Micaela durante todo el camino, y también era cierto que quería desearla en el coche, pero finalmente se contuvo el impulso con dificultad.
Estando en abrazos del hombre, con el rostro sonrojado, Micaela suavizó su voz y susurró:
—Carlos, bájate del coche primero...
Al oírlo, Carlos le alisó la ropa desordenada, ajustó su estado de ánimo, se bajó del coche con ella y luego subió al piso de arriba juntos.
Tan pronto como entró, Carlos sujetó a la mujercita contra el armario de los zapatos junto a la puerta, la miró con ojos profundos y preguntó a sabiendas:
—Mica, ¿me extrañas o no?
Ella no dijo nada, con la cara tan sonrojada que casi podía arder en cualquier momento, lo miró cariñosamente al hombre a los ojos y empezó a desabrochar su camisa. Sabiendo lo que ella quería ver, habló ligeramente:
—Tontita, ya no está después de tanto tiempo, pero no me importa que me dejes más marcas, ¿eh?
Micaela se mordió el labio. Efectivamente, su pecho estaba muy liso y esa marca ya no era visible en absoluto.
La mujer era tan tímida, pero aun así, con valentía, se acercó a él.
Carlos pensaba que su mujercita estaba cada vez más linda y que realmente la quería a muerte.
Antes de que ella pudiera tocar su piel, el teléfono que llevaba en el bolso le sonó de repente.
Micaela se sorprendió un poco y levantó la vista apresuradamente.
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