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Todo por mi Hija romance Capítulo 276

Camelia se aferró a Gabriel buscando su apoyo, sin intención de soltarlo.

No era la primera vez que le ponía obstáculos a Irene, arruinando su carrera cada vez que podía.

En cuanto a Irene, ya no tenía nada más que decirle.

Al final de cuentas, uno no puede hacer entrar en razón a quien no quiere escuchar.

Todas esas palabras apenas le hacían mella a Irene. Ni le dolían ni le importaban.

Con las manos en el volante, respondió con un tono calmado:

—Ajá, mientras tengas tantita conciencia, está bien.

—¿Qué?

Camelia la miró con furia, se le atoraron las palabras en la garganta y no halló qué decir.

Sentía que, dijera lo que dijera, iba a parecer que estaba perdiendo los estribos.

Al final, solo bufó con desprecio:

—Mira nada más cómo le das la vuelta a todo.

Irene mantuvo la vista al frente, justo cuando llegaban a una curva. Presionó suavemente el freno.

Se dio cuenta de que la velocidad del carro no disminuía. Al doblar la curva, giró el volante bruscamente y el vehículo se sacudió con violencia.

Camelia soltó un grito de susto:

—¿Qué te pasa? ¡¿Estás loca?!

Irene frunció el ceño, soltó el acelerador.

Intentó frenar de nuevo, pero no pasó nada.

El camino de bajada, en las afueras de la ciudad, estaba lleno de pendientes empinadas.

De inmediato, cambió a una velocidad más baja, aplicando todas las medidas que conocía para cuando fallaban los frenos. Pero la velocidad seguía igual de peligrosa.

Camelia, que era piloto profesional, lo notó de inmediato.

—¿Se descompusieron los frenos?

Sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Sabía de carros, y por eso entendía el peligro real de una falla así.

—¿Por qué no llevaste el carro al taller? —Camelia se aferró al manubrio de la puerta y enseguida empezó a darle instrucciones a Irene sobre cómo controlar el vehículo.

Irene la cortó con voz tensa:

—Cállate.

Camelia respiró hondo y trató de tranquilizarse, pero el carro seguía desbocado, sintió el corazón latirle tan fuerte que casi se le salía del pecho.

Bajó la mirada y marcó a Enrique.

Le explicó la situación con urgencia, hablando atropelladamente.

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