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Tú la Proteges, Yo Me Caso con Él romance Capítulo 8

—Además, ¿no fuiste tú quien me pidió que cuidara más de Anaís cuando supiste que era huérfana?

Belén escuchó esas palabras y se rio, pero no de alegría, sino de puro coraje.

Cuando recién se enteró de que Anaís había perdido a su padre desde pequeña y que la familia Farías la había adoptado, sí, sintió lástima por ella y le pidió a Gael que la cuidara.

Pero después de todo lo que habían hecho... ¿de verdad merecían su compasión?

Al pensarlo, la mirada de Belén hacia Gael se tornó aún más distante.

—Jamás te pedí que la cuidaras ¡hasta en la cama!

—Entre Anaís y yo no ha pasado nada.

Gael soltó, con la voz cargada de enojo.

—¿De verdad tienes que ser tan desconfiada? ¿Desde cuándo te volviste así...?

—¡Paf!

El sonido del bofetón retumbó en la sala.

Gael giró la cabeza, y en sus ojos oscuros apareció una expresión de incredulidad.

¡No podía creer que Belén se hubiera atrevido a golpearlo!

Belén retiró la mano y su rostro, hermoso y firme, mostró una dureza inusual.

—Gael, si tanto quieres cuidar de Anaís, entonces quédate con ella. A partir de ahora, lo que pase entre ustedes ya no tiene nada que ver conmigo.

—¿Qué estás diciendo?

Gael frunció el entrecejo, sintiendo que algo se le revolvía por dentro.

—¿Quieres terminar conmigo?

—¡Sí!

Belén se apartó un mechón de cabello de la cara, pronunciando cada palabra sin titubear.

—Voy a sacar mis cosas de la casa lo más pronto posible. Y por favor, no te me vuelvas a aparecer. Verte ya me da asco.

Apenas terminó de hablar, tomó a Paula del brazo y salió de la sala sin mirar atrás.

Gael tardó unos segundos en reaccionar. Con el ceño fruncido, se dispuso a salir tras ella, pero justo en ese momento el carro de Belén aceleró frente a él, alejándose por la calle.

El humor de Gael empeoró todavía más.

Estaba seguro de que Belén solo lo estaba desafiando. Después de tantos años juntos, y con lo mucho que ella lo amaba, ¿cómo iba a dejarlo así de fácil?

...

—Entonces, en la fiesta quiero acompañarte. Y voy a escoger un vestido bonito para ese día.

Gael aceptó cada petición sin dudar.

Cuando colgó, sus ojos se endurecieron de nuevo. Marcó el número de su asistente.

—Dile a contabilidad que suspendan la ayuda al orfanato.

La voz de su asistente se notó sorprendida.

—Señor Gael, ¿no era ese orfanato donde usted y la señorita Belén se conocieron? Usted siempre dijo que, pasara lo que pasara, nunca dejaría de ayudarlos. ¿Por qué...?

—Haz lo que te digo.

Gael se presionó con la lengua el lado de la cara donde Belén lo había abofeteado, con la mirada aún más dura.

En su momento, cuando investigó sobre el pasado de Belén y supo que ella había crecido en ese orfanato, decidió apoyarlo año tras año solo para complacerla.

Pero ahora...

Que Belén se atreviera a levantarle la mano... Todo era resultado de tantos años de consentirla. Ya era hora de que aprendiera una buena lección.

Tenía que entender cuál era el camino correcto.

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