Tú la Proteges, Yo Me Caso con Él romance Capítulo 4

Las conversaciones entre Anaís y Gael estaban llenas de mensajes insinuantes y coqueteos encubiertos, como si ambos jugaran constantemente al borde de un precipicio invisible.

La última notificación era una foto provocativa que Anaís le envió a Gael, preguntándole si ese atuendo le quedaba bien. Incluso le decía que esperaba que, como la vez anterior, él fuera a revisarla personalmente para ver si “todo estaba bien”.-

Eso no era todo. En la imagen, Anaís mostraba intencionalmente el tatuaje en su cintura baja.

Justo por encima del vientre, podía verse el nombre de Gael, escrito en inglés, como si Anaís quisiera dejar claro que pertenecía solo a él.

En ese instante, Belén soltó el celular, corrió al bote de basura y se inclinó mientras vomitaba con fuerza.

Al escuchar el ruido, Gael salió corriendo y se acercó a ella.

—¿Qué te pasa?

La voz preocupada de Gael resonó cerca de su oído, tan atenta que casi la hizo quebrarse.

—¿Te sientes mal? Te llevo con el doctor.

—¡Aléjate de mí!

Cuando Gael se acercó para cargarla en brazos, Belén lo empujó con todas sus fuerzas. Lo miró directamente, los ojos enrojecidos y los dedos temblando de rabia. Todo su cuerpo temblaba de impotencia.

¿Acaso alguna vez conoció de verdad a este hombre?

Porque antes... Gael no era así.

Solía decir con orgullo que tenía novia, sin importar quién lo escuchara, y rechazaba cualquier insinuación de otras mujeres.

La cuidaba cuando enfermaba, pasando noches enteras a su lado en el hospital, velando su sueño.

Incluso la noche que se fue la luz en el dormitorio, él se quedó afuera toda la noche, solo para asegurarse de que ella no tuviera miedo.

...

Tantos recuerdos dulces, tan vivos, tan cercanos, y ahora tan lejanos, irreconocibles frente a lo que tenía delante.

Belén no entendía en qué momento ese Gael, que alguna vez la amó con todo su ser, se había echado a perder de esa manera.

—¿Revisaste mi celular?

La voz de Gael la devolvió de golpe al presente.

Belén levantó la vista y se topó con su mirada llena de enojo. Una burla amarga se coló en sus palabras.

—Si no tienes nada que ocultar, ¿por qué te preocupa que vea tu celular?

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