UN BEBÉ PARA NAVIDAD romance Capítulo 157

Resumo de Capítulo 0157: UN BEBÉ PARA NAVIDAD

Resumo de Capítulo 0157 – UN BEBÉ PARA NAVIDAD por Day Torres

Em Capítulo 0157, um capítulo marcante do aclamado romance de Romántica UN BEBÉ PARA NAVIDAD, escrito por Day Torres, os leitores são levados mais fundo em uma trama repleta de emoção, conflito e transformação. Este capítulo apresenta desenvolvimentos essenciais e reviravoltas que o tornam leitura obrigatória. Seja você um novo leitor ou um fã fiel, esta parte oferece momentos inesquecíveis que definem a essência de UN BEBÉ PARA NAVIDAD.

Zack la deseaba, eso ni siquiera intentaba ocultarlo, aunque se notaba que estaba haciendo un esfuerzo enorme para controlarse. Pasó una mano detrás de su nuca y la atrajo para besarla y dominar aquel juego. Le encantaba su boca, Le encantaba reclamarla, morderla y recorrer cada palmo de piel con la lengua, pero la verdad era que sin importar qué palabras salieran de ella, cuando se trataba de sexo... mandaba él.

Metió la mano debajo de sus bragas y disfrutó de aquella dulce tortura que era rozar su humedad, pero no podía detenerse.

La escuchó gemir cuando metió un par de dedos dentro de ella y Andrea se arqueó buscando más.

—¡Maldición! — exclamó arrastrándola hasta el borde de la mesa.

Antes de que Andrea pudiera reaccionar ya estaba con los pechos pegados a la madera, mientras Zack se deshacía de su falda y restregaba su erección contra sus nalgas.

Un nuevo giro y estaba con la cabeza de Zack perdida entre sus piernas. Andrea se apoyó en la mesa para hacer equilibrio y una de sus manos fue a enredarse en su cabello. Verlo desde ese ángulo, encontrarse con sus ojos que a veces subían para ver su reacción... era demasiado para ella.

—¡Por favor, no pares! —suplicó sintiendo cómo su lengua se movía sobre su sexo haciendo que su cuerpo se tensara. Sintió sus dedos entrando, moviéndose con fuerza dentro y fuera de ella hasta hacerla gritar—. ¡Dios! —casi sollozó cuando lo sintió jugar dentro de su cuerpo, como si tratara de abrirla más.

Era una mezcla de dolor y placer que Andrea jamás había sentido con nadie.

Dejó caer la espalda sobre la mesa, cerrando los ojos mientras su pecho subía y bajaba con latidos irregulares. Su vientre sufría un espasmo tras otro y de repente todo terminó cuando lo vio erguirse entre sus piernas. Zack metió sus dedos en la boca de Andrea y la hizo saborear un poco de sí misma mientras su miembro palpitaba contra ella, despertando como un monstruo hambriento.

Ella lo acarició, masturbándolo lentamente mientras escuchaba los jadeos de Zack hacerse más violentos.

—¿Qué quieres? —murmuró—. Dímelo.

Zack la giró bruscamente y la apresó contra la mesa para que no se moviera, besando y mordiendo su cuello con ansia. Sus palabras eran ásperas en su oído y simplemente la desarmaron.

—Quiero sentirte completa, hasta lo más profundo. Quiero metértela hasta el fondo y escucharte gritar y sentir tu calor rodeándome y apretándome. Quiero oírte llorar como si fueras virgen y follarte como si no lo fueras... y quiero que cuando termine contigo me supliques que te cargue porque no puedes caminar... eso quiero.

—¡Por favor!

Andrea sentía cada centímetro de su carne atravesándola. Adoraba la sensación de su boca sobre su piel. Zack le sujetó las manos detrás de la espalda y la penetró con rudeza mientras uno de sus dedos iba a hacer una tentativa exploración de su trasero.

Andrea gimió, pero eso solo la excitaba mucho más. Su respiración se aceleró, sus caderas se movían con sensualidad, buscando más, pidiendo más, encendiendo el fuego que ardía bajo su piel. Zack la levantó contra su pecho y buscó su boca ansiosamente. Necesitaba devorarla, hacerla suya, escucharla gritar que jamás pertenecería a otro hombre.

Él recorría su cuerpo y Andrea podía sentir el sudor ardiendo entre los dos. Su lengua castigaba su cuello y sus manos acariciaban sus senos con desesperación, devorándolo todo al compás de los gemidos que no podía evitar. Escuchó sus gruñidos como si fueran música, y tembló cuando lo sintió descargar la primera nalgada sobre su trasero.

—¡Zack! —protestó en voz baja pero la realidad era que no quería que parara.

—Será mejor que se agarre, señora Jefa, porque yo sé hacer muy bien mis horas extra —le advirtió.

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