UN BEBÉ PARA NAVIDAD romance Capítulo 168

Ansiosa era poco para describirla. Estaba a punto de rendirse y volver a la ciudad a buscarlo cuando por fin vio las luces de su camioneta estacionando cerca y a Zack entrar por la puerta, con el cabello revuelto de tanto tocárselo y una expresión visiblemente alterada.

—¡Zack! Amor ¿qué pasó? —preguntó Andrea asustada, corriendo a abrazarlo.

Él la estrechó con más fuerza que nunca y luego respiró profundo para mirarla a los ojos.

—Lo siento pastelito, no traigo buenas noticias —murmuró.

—¿Por qué? ¿De qué hablas? —lo increpó ella.

Zack miró alrededor y de su pecho salió un gruñido de frustración.

—Esta noche tenía planeado pedirte que fueras mi esposa —dijo con un suspiro.

Andrea se quedó atónita sin saber qué decir. Zack sonrió con tristeza, se acercó a ella y le besó la mejilla.

—Pero ya no puedo hacer eso, Andrea. No me puedo casar contigo.

Andrea sintió que sus piernas se debilitaban y tuvo que apoyarse en un mueble cercano para no caerse al suelo.

—¿Qué...? ¿Qué estás diciendo, Zack? ¿Por qué...?

—Porque tú tenías razón, nada era casualidad. Giselle me buscó hace un rato —respondió él y Andrea sintió que su corazón se detenía—. No era coincidencia que estuviera en ese edificio. Estaba preparando su trampa y ahora nos impide casarnos...

—¿Qué hizo? ¿Cómo puede impedir que nos casemos? —preguntó Andrea confundida.

—Es una larga historia, pero es suficiente decir que ella no va a dejar que esto suceda... al menos no ahora.

Andrea quedó en silencio un buen rato, tratando de asimilar el golpe que ya sabía venía a continuación.

—¡Claro que la hay! Confía en mí, juntos podemos superar esto si nos mantenemos juntos.

—No... —Andrea se puso de pie y respiró con la determinación reflejada en el rostro—. No lo vamos a hacer porque en este mismo momento nuestra relación oficialmente se terminó.

Zack pasó saliva mientras su corazón se desbocaba, pero cuando Andrea tomaba una decisión era muy difícil hacerla cambiar de opinión. Una hora después y preso de la mayor impotencia de su vida, Zack sacaba por tercera vez su maleta de la casa de Andrea.

—Esto ya se me está haciendo una maldit@ costumbre. A este paso mejor me compro una caravana para dormir en el camino —gruñó por lo bajo mientras pensaba en el tortuoso camino que tendrían por delante.

Por su parte, Andrea todavía no llegaba a casa, porque en ese mismo instante y sin importarle la hora que era, estaba tirando abajo la puerta de una señora que la miró con ojos asustados al abrir.

—Quiero que me explique en este mismo segundo, cómo diablos fue que las grabaciones de su consulta llegaron las manos de la ex de mi marido —siseó Andrea con voz amenazante—. Y más le vale convencerme, doctora, porque ya sabe la poca paciencia que tengo.