—Bueno... a lo mejor sí sé algo que pueda servirte.
Loan le entregó su celular y esperó a que ella escribiera todo lo que sabía sobre Danna. Por desgracia no era mucho, pero al menos sabía su ciudad y el nombre de una tienda de jugos a la que le gustaba ir. Su antiguo teléfono ya no estaba funcionando así que no tenía demasiada información, pero era suficiente como para que Loan tomara la decisión de seguirla.
En todo el camino de regreso al hotel se mantuvo callado y apenas llegaron les comunicó a Zack y Andrea su decisión.
—Tengo que ir a buscarla. Tengo que saber lo que le pasó. A lo mejor el bebé no era mío, o a lo mejor lo perdió, pero Danna... no puedo quedarme sin saber qué le pasó. No me quedaría tranquilo el resto de mi vida.
Se despidió de ellos y como ni siquiera había desempacado, el único tiempo que perdió fue el de esperar porque le prepararan el avión de Zack.
Al llegar a Glasgow, Loan se preparó para emprender su búsqueda. Aunque era una ciudad inmensa y los datos que tenía no eran muy claros, estaba decidido a encontrar a Danna. Se instaló en un hotel y luego tomó un taxi, pero cuando dio el nombre la tienda de jugos a la que quería ir, el taxista le preguntó amablemente a cuál de todas quería ir.
Pronto se dio cuenta de que encontrar a Danna ahí no sería nada fácil porque era una ciudad inmensa. Las pistas que tenía sobre ella solo le daban resultados demasiado amplios. La tienda de jugos tenía más de veinte franquicias en toda la ciudad; y aunque visitó cada una preguntando si alguien conocía a Danna o había visto su rostro, no fue capaz de sacar nada en claro.
Al tercer día decidió cambiar de estrategia, después de todo ella era una patinadora profesional, alguien tenía que conocerla, solo tenía que encontrar el hielo donde entrenaba...
Pero eso tampoco sería sencillo, había al menos trece rinks profesionales en Glasgow, sin contar los de las universidades y centros educativos. Jamás le había preguntado a Danna si estaba escolarizada en aquel momento, así que comenzó otra ardua tarea, la de descartar las pistas de hielo.
Finalmente un señor frente a él arrugó el ceño al ver la foto.
—Es la niña Mac —dijo el señor, que era conserje del rink de aquella universidad desde hacía muchos años.
—¿Perdón?
—La señorita McKenzie... Danna.
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Os comentários dos leitores sobre o romance: UN BEBÉ PARA NAVIDAD
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