UN BEBÉ PARA NAVIDAD romance Capítulo 209

El viaje a Lucerna en vuelo privado no fue pesado, y conocer a los Keller era indudablemente una linda experiencia. Los padres de Loan, Nikola y Luana, estaban locos de felicidad por su nuevo nietecito, las tías enseguida se pusieron en plan consentidoras, los tíos se alborotaron con el primer varoncito y su primita Adriana solo era mayor que Mauro por menos de un año así que terminaron llevándose de maravilla los bebés.

La familia Keller era especial, y no pasó un segundo sin que la hicieran sentir no solo bienvenida, sino también querida y apreciada.

Loan por supuesto que no se despegaba de ella ni un instante, como si quisiera compensarle todos los antojos en los que no había estado durante su embarazo.

—Bueno, y ya pusiste en orden la situación legal de mi nieto, este es el primer semental que ayudará a perpetuar el apellido —dijo Nikola con su sonrisita peligrosa—. Ya quiero que se llame Keller.

Danna no había pensado en eso, pero antes de que pudiera abrir la boca ya Loan estaba contestando.

—Apenas regresemos a Zúrich voy a meter los papeles para el reconocimiento de la paternidad —le respondió a su padre—. Pero si quieres podemos hacer lo mismo que con Adrianita, lo bautizamos aquí, y te damos el gusto de hacer otra fiesta.

—¡Eso me parece excelente! —exclamó Nikola emocionado mientras Loan le contaba todo lo que quería hacer para el bautizo de su hijo, hasta que su madre lo interrumpió con una disculpa.

—Loan, mi amor, ¿puedes venir un momento? Necesito salir y mi coche no quiere arrancar —le pidió.

Loan asintió de prisa y le dio un beso a Danna antes de salir detrás de su madre, pero apenas llegó al estacionamiento de la casa su madre le abrió la puerta del copiloto y le dio una orden simple.

—Súbete, ya.

Loan vio la seriedad en el rostro de Luana y se subió sin rechistar. Pocos minutos después atravesaban la ciudad y su madre se detenía en la vera del camino.

—¿Me quieres explicar qué estás haciendo? —lo increpó y su hijo arrugó el ceño—. Danna, el bebé, ¿qué haces?

—Pues estoy haciendo lo que se supone que tengo que hacer —replicó él—. Estoy construyendo un hogar para mi hijo y mi mujer. Me voy a mudar a una mejor casa, conseguiremos una linda escuela para Mauro, le pediré a Danna que se case conmigo...

—¡Loan, no te hagas el idiota! Tú y ella follaban quince días al año, si la chica estuviera enamorada de ti habría hecho lo posible por encontrarte de alguna forma en los otros trescientos cincuenta días —sentenció su madre—. No digo que no le gustas, eso es evidente, ¡pero más allá de eso ella es una mujer en problemas y tú eres un salvador muy impositivo!

Loan se mesó los cabellos y apretó los labios dando una vuelta sobre sí mismo como si eso lo ayudara a pensar.

—¡No estás siendo justa! Danna y mi hijo son lo más importante para mí, estoy intentando hacer lo correcto, yo solo quiero lo mejor para ellos... —exclamó.

—Y yo también quiero lo mejor para ti, hijo, pero no por eso te impongo mis decisiones sin consultarte. Lo más que puedo hacer es aconsejarte... ¡vigorosamente! —le espetó—. ¿Qué sabes tú lo que Danna quiere si es que no la dejas hablar?

—Ella es tímida...

—¡Ella tiene la autoestima por el suelo, que es muy diferente! ¿Cómo vas a hacer lo correcto para ella sin preguntarle? —replicó Luana—. ¿Quiere bautizar a su hijo aquí y ahora? ¿Quiere ponerle tu apellido a su hijo? ¿Quiere irse a vivir contigo? ¿Quiere ser el adorno de tu vida?