UN BEBÉ PARA NAVIDAD romance Capítulo 210

Loan intentó replicar pero la verdad era que no, no le había preguntado ninguna de esas cosas. Y por supuesto que Danna no era un adorno en su vida, solo no quería que nadie más volviera a lastimarla.

—Bueno... ¡está bien! ¡Me estoy pasando de sobreprotector, lo reconozco! —dijo con un pesado suspiro—. Pero eso no quiere decir que entre ella y yo no exista algo, mamá, porque sí existe.

Luana tomó su mano y la palmeó con suavidad.

—Sí, hijo, existe, pero al menos por ahora solo existe de tu parte —le dijo—. Sé que no quieres escuchar esto pero necesito que lo entiendas. Sacaste a Danna de la peor situación de su vida, les diste un hogar a ella y a tu hijo, y estoy segura de que por eso se siente agradecida y obligada. Pero sobre todo debe sentirse dependiente, está en un país extraño, sin trabajo, sin una casa que sea suya, sin dinero. Y encima está con un hombre bueno que la mima y la protege, a ella y a su hijo. En este momento si le dices "mueve la colita" ella lo hará sin rechistar. Pero eso no es amor, mi niño, es dependencia.

Loan apretó los labios y negó. No quería creer aquello, porque él ni siquiera podía imaginar estar solo con su hijo en un espacio que no incluyera a Danna.

—¿Eso qué quiere decir entonces? ¿Que solo va a aceptar todo lo que yo diga y que cuando le pregunte tampoco me va a decir la verdad? —murmuró.

—Pues no lo sé. Lo único que sé es que en este instante tú eres la única persona en el mundo que Danna y su hijo tienen. Y si haces lo que estás pensando, si te casas con ella ahora, jamás vas a saber si aceptó porque te quiere, o porque no tiene otra opción —declaró Luana—. Y ninguno de los dos se merece eso, mi amor, ¿no crees?

Loan dejó escapar un suspiro y asintió. Odiaba que su madre tuviera razón, pero la verdad era que el ciento un por ciento de las veces la tenía. Pasaron por algunas compras que la señora Luana necesitaba y volvieron a la casa.

Danna estaba sentada en la terraza con Andrea, su cuñada que estaba embarazada de gemelos, y entre las dos espantaban a las gemelas explicándoles sobre los embarazos como si fueran cuentos de terror.

Se veía feliz, reía, sin un rastro de timidez, pero en cuanto lo vio entrar su expresión se atornilló. Loan pudo reconocer esa sonrisa que era como un estado de espera, como una vigilia aguardando a ver qué pasaría, qué diría él, qué decidiría.

"¡Maldición!", pensó mientras solo le daba un beso y seguía de largo para ver a los chicos.

Esa noche intentó evitar el tema del bautizo o cualquier otro tema que fuera de importancia, y después de la cena invitó a Danna a dar un paseo. El verano se estaba acabando así que el tiempo estaba fresco y los caminos iluminados alrededor de la casa eran hermosos.