UN BEBÉ PARA NAVIDAD romance Capítulo 248

—¡Tú no puedes devolverme nada porque Emil ahora es de ella! ¡Esa zorra se quedó con él y no me lo devolverá! ¡No voy a decirte dónde está! ¡Jamás! —escupió con los ojos desorbitados y Loan se levantó.

—Entonces por las malas será.

Veinte minutos, cientos de gritos y seis disparos después Loan salía de aquella habitación.

—Dice que está en Dachsen, cerca de la frontera con Alemania —sentenció Loan entregándole la pistola de regreso al agente de Jhon—. Detrás del campo de golf, en el pueblo viejo abandonado.

Las órdenes ya estaban dadas y las camionetas listas, pero Jhon empujó la puerta para ver adentro y se fijó en la mujer. Tenía ocho agujeros de bala, todos en las extremidades, en las articulaciones. Sangraba, pero no había tocado ninguna arteria importante como para que se desangrara.

—Mantenla viva hasta que nos aseguremos de que la dirección es correcta —le dijo Jhon y su agente fue por un botiquín.

Estaban listos para irse cuando la escucharon gritar.

—¡Tú no deberías ir, Loan! —había una mezcla de rabia, rencor y maldad en aquellas palabras—. ¡No te gustará lo que vas a encontrar!

Loan se dio la vuelta como un rayo, porque aquella satisfacción que escuchaba en su tono le ponía los pelos de punta.

—¿Qué quieres decir? —gruñó furioso mientras su corazón se disparaba.

—¿Qué crees que vas a encontrar a estas alturas? —preguntó Ailsa con una sonrisa torcida por el dolor—. La verdad es que ya no queda mucho de Danna...

Jhon tiró de él hacia afuera y cerró la puerta apenas vio el primer gesto de Loan de abalanzarse sobre la mujer.

—¡Te está provocando para que la mates! ¡Solo te está provocando! —lo reconvino Jhon—. ¡Vámonos de aquí! ¡Vamos a buscar a Danna, ya no perdamos más tiempo!

Pusieron a Loan de último en la fila y comenzaron a entrar. El complejo era bastante grande, como una plaza, y fueron entrando local a local hasta que la luz bajo la puerta de uno de ellos hizo que Jhon levantara el puño y todos se detuvieron.

Otro de sus agentes abrió la puerta despacio y tanto él como Jhon, que estaban más cerca, retrocedieron de inmediato sin siquiera ver dentro.

—Sácalo de aquí —le dijo Jhon a otro de sus hombres mientras miraba a Loan, pero en cuanto lo intentaron él se resistió.

—¿Qué está pasando Jhon? —preguntó con el corazón en un hilo—. ¡Jhon...!

Jhon apretó los dientes y se acercó a él, lo agarró por el cuello de la chaqueta para poder contenerlo porque sabía que lo necesitaría y lo acercó lo más posible a la puerta.

—Respira —le ordenó y solo entonces Loan pudo percibir aquel olor nauseabundo a putrefacción—. Lo lamento pero ahí dentro no hay una persona —murmuró mientras los ojos de Loan se llenaban de lágrimas y alguien lo sostenía antes de que cayera—. Ahí solo hay un cadáver.