UN BEBÉ PARA NAVIDAD romance Capítulo 250

Resumo de Capítulo 0250: UN BEBÉ PARA NAVIDAD

Resumo de Capítulo 0250 – Capítulo essencial de UN BEBÉ PARA NAVIDAD por Day Torres

O capítulo Capítulo 0250 é um dos momentos mais intensos da obra UN BEBÉ PARA NAVIDAD, escrita por Day Torres. Com elementos marcantes do gênero Romántica, esta parte da história revela conflitos profundos, revelações impactantes e mudanças decisivas nos personagens. Uma leitura imperdível para quem acompanha a trama.

Pasaron segundos, luego minutos, hasta que los brazos de Emil comenzaron a caer lentamente. Danna pudo escuchar su última respiración, pudo sentir su último latido, lo único que no pudo ver fue la expresión de terror en sus ojos pero no la necesitaba porque lo había sentido con el resto de su cuerpo.

Ella no lo soltó. Se quedó allí, abrazándolo hasta que la adrenalina comenzó a dejar su sistema y sus músculos cedieron por completo.

Emil cayó al suelo, sin vida, y Danna se quedó mirándolo, como si aquello no lo hubiera hecho ella. Pasó una hora, y dos, y muchas... Danna ni siquiera sabía cuántas, solo que eran suficientes como para que otra persona empujara la puerta.

—¿Emil? ¿Qué es lo que pasa, por qué no has bajad...? ¡Aaaaaah!

El grito de Ailsa hizo que Danna despertara de aquel letargo y la mirara. La vio correr hasta el cuerpo que había a sus pies y darle la vuelta, solo para retroceder horrorizada. Emil tenía los ojos abiertos y estaba rígido ya. Estaba muerto, muy muerto.

—Tú... ¡Lo mataste! —gritó su madre entre lágrimas y Danna arrugó el ceño al verla llorar—. ¡Mataste a tu padre! ¿Cómo pudiste?

Danna pestañeó un par de veces al escuchar aquello, pero era como si su cerebro no pudiera reaccionar. ¿Su qué? ¿Su padre...?

—¡Lo mataste! ¡Lo mataste! —seguía llorando Ailsa con las manos en la cabeza y la respiración entrecortada por los gritos.

—¿Ahora me vas a matar tú a mí? —preguntó Danna con una frialdad que hizo a su madre volver la cabeza.

Ailsa miró el cadáver de Emil y retrocedió sobre sus palmas. Emil estaba muerto. Emil estaba muerto.

—¡Sácame de aquí! —le gritó Danna mientras la veía correr hacia la puerta—. ¡Maldit@ infeliz, sácame de aquí!

Pero era inútil. Un minuto después Ailsa reunía aquella maleta de dinero y se largaba de allí, intentando reponerse a la muerte de quien una vez había sido el amor de su vida. Por suerte Ailsa tenía dos grandes amores, y el dinero era uno de ellos, pero Danna aún no sabía todo lo que haría por conseguir más.

Para ella solo pasó otra hora, y otra, mientras intentaba hacer algo por liberarse de aquel arnés. Pero estaba demasiado separada del suelo y no llegaba a ningún lado, el arnés solo giraba sobre su eje, pero las correas se clavaban en su entrepierna cortándole casi toda la circulación de la sangre a las piernas y apenas podía impulsarse para un leve balanceo.

Lo intentó todo, lo intentó por horas, pero el hambre, la deshidratación y la debilidad acabaron pasándole factura hasta que se quedó dormida. Luego vinieron las horas de sopor. Las horas de náuseas. Las horas desesperadas. Las horas de asco y mal olor. Y luego las horas inconscientes, esas eran las mejores, porque en esas no sabía nada.

Ni siquiera escuchó aquella puerta abrirse o los ruidos afuera.

La puerta se abrió dando paso a una invasión de personas, pero Danna no fue capaz de reconocer a ninguna. Solo veía formas rodeadas de luces hasta que ya no hubo formas ni luz ni nada y su cerebro se desconectó por completo.

Loan se detuvo en la puerta como si alguien le hubiera pasado corriente de lleno al cuerpo.

En el suelo había un cadáver descomponiéndose. Emil Landou estaba muerto, y Danna colgaba de un arnés de entrenamiento a treinta centímetros del suelo, inconsciente. Si había un buen momento para que un hombre como él se rompiera, era este. Alguien corrió afuera por mantas. Otros dos quitaban el cadáver de en medio. Alguien cortaba las correas del arnés.

—¡Llamen al Hospital más cercano, necesitamos un helicóptero de emergencias! —gritó Jhon mientras la sostenían entre varios para envolverla en las mantas.

—Dámela —murmuró Loan en un tono tan bajo y calmado que Jhon asintió.

El corazón de Loan parecía que ni siquiera latía cuando la levantó en brazos. Olía exactamente igual que el cadáver, con la única diferencia de que ella todavía respiraba.

La sacó de allí, a un sol que se estaba poniendo y una calle vacía donde diez minutos después descendía un helicóptero médico. Luego todo fueron gritos, un atardecer demasiado lento y una sala de espera vacía.

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