UN BEBÉ PARA NAVIDAD romance Capítulo 275

La voz de Loan se perdió entre gemidos mientras sentía cómo su miembro se perdía en la boca de Danna con movimientos cada vez más profundos y rítmicos. Parecía que ella sabía exactamente qué hacer para que él disfrutara al máximo.

—¡Maldición! ¿Te quieres llevar mi alma? —rio entre jadeos cuando ella levantó la vista y se encontró con sus ojos.

Era hermosa, siempre era hermosa, y la calidez de su boca enviaba un latigazo de placer tras otro por el abdomen de Loan. Envolvió su cabello en un puño y la guió, perdiéndose en su garganta hasta ver las lágrimas ligeras que se acumulaban en sus ojos.

—¿Quieres parar? —le preguntó con una sonrisa y lo que le devolvieron aquellos ojos fue una mirada asesina.

No, no quería parar. De ninguna manera. Le gustaba aquella expresión de placer en el rostro de Loan, había estado esperando escuchar aquellos gruñidos de animalito en celo y poder provocárselo solo era una muestra de que era suya, siempre lo había sido y siempre lo sería.

Loan echó atrás la cabeza. Se sentía como si cada vez que ella se moviera su miembro se encendiera aún más. Su lengua lamía y acariciaba, sus labios succionaban con fuerza y su mano recorría aquellas partes de su miembro que ella sabía exactamente cómo estimular. La sensación era indescriptible, una mezcla de placer intenso y calor en todo el cuerpo.

—¡Dios! —jadeó desesperado.

Ella sonrió y continuó, utilizando su lengua y sus labios para derretirlo poco a poco, provocándole explosiones de placer que le causaban escalofríos y gemidos cada vez más fuertes. Sus dedos se tensaron alrededor de su pelo mientras sentía como la lengua de Danna recorría cada milímetro de su piel. Sus movimientos eran rápidos y profundos, tragándose completamente aquel pedazo hinchado de carne mientras él se volvía loco de una vez.

Era imposible resistirse. Sus gemidos se mezclaron en el frío de la noche hasta que por fin el cuerpo de Loan no pudo aguantar más. Su orgasmo llegó como una ola violenta que lo invadió enteramente, y se corrió en la boca de Danna, que disfrutaba la expresión de su cara mientras lo llevaba al clímax.

—¡Traga! —gruñó él con aquel carácter dominante que siempre se le salía y ella obedeció con una sonrisa.

Los dos cayeron agotados sobre el montículo de hojas, y cuando sintió que todos sus sentidos volvían lentamente al cuerpo, Loan abrió los ojos para encontrar los de ella mirándole con ternura infinita. Permanecieron así un rato más antes de que Danna besara aquel lugar secreto en su cuello y se tumbara junto a él nuevamente. Loan despegó los labios y murmuró un:

—Gracias...

—Por su excelente servicio —terminó Danna burlándose y él le hizo cosquillas.

Danna suspiró con resignación y asintió.

—Deberíamos irnos a casa.

Regresaron tomados de la mano en medio de los ruidos de la noche. Pasaron a ver a Mauro que estaba dormidito y feliz, y luego se fueron a su habitación. Loan no durmió mucho, pero Danna se quedó rendida al instante, y al día siguiente él volvió a despertar solo.

—¿Por qué tiene que ir a trabajar en domingo? —rezongó haciendo un puchero mientras se sentaba a desayunar con su hijo en los brazos.

—Tú sabes por qué, en fin de semana se vende más —le replicó su madre—, pero desde mañana hasta el miércoles será toda tuya.

Loan sonrió con malicia, ya había pensado en un montón de planes y ese día en la tarde cuando fue a esperarla al teleférico se veía muy feliz.