UN BEBÉ PARA NAVIDAD romance Capítulo 290

Danna se despertó antes de la salida del sol. La luz de la mañana comenzaba a brillar a través de las paredes, bañando el cuarto con su resplandor.

Miró abajo y vio a Loan durmiendo en el sofá del salón en el primer piso. Lo había extrañado toda la noche, pero él había insistido en que debían mantener todas las tradiciones, y las tradiciones decían que el novio y la novia no debían dormir juntos la noche antes de su boda.

Saltó de la cama y bajó corriendo a darle su beso de buenos días. Todos los preparativos para la boda estaban listos, solo tenían que presentarse y repetir lo que ya se habían dicho miles de veces: que se amarían para siempre.

—Hola precioso... —susurró en su oído mientras se sentaba a horcajadas sobre él—. Tenemos un problema gigante.

Loan escuchó "problema" y de inmediato se incorporó en el asiento.

—¿Qué pasó? ¿Te estás arrepintiendo? ¡No me digas que te estás arrepintiendo que me caigo muerto aquí mismo pelirroja!

Danna sonrió pasando los brazos detrás de su cuello y trepándosele encima.

—No, nada de eso, amor, te lo juro —dijo haciendo un puchero—. Es que mira, yo de verdad quiero respetar todas tus tradiciones... pero ya sabes cómo me pongo por las mañanas... —se restregó contra él y Loan ahogó un jadeo porque aun con las bragas y el bóxer de por medio, podía sentir aquella hoguera que era el sexo de Danna.

—¡Nenaaaaaaa! ¿Quieres matarme el día de nuestra boda?

—¡Te juro que no soy yo! ¡Son las hormonas! —se defendió ella pero no paró de restregarse con él.

Loan la acarició por debajo del camisón y la escuchó gemir cuando apretó sus pezones, erectos y sensibles.

—Se supone que esto te lo haga después de la boda, pelirroja, pero como yo haría cualquier cosa por ti... —susurró besándola y dándole la vuelta—. Pon las manitos aquí, nena, eso es. No queremos molestar a la pequeñita.

Loan acarició su pequeña pancita de cuatro meses justo antes de hacerla inclinarse y sostenerse del respaldo del sofá.

Le subió el camisón hasta quitárselo y besó su espalda, dejando suaves mordiscos que la hacían jadear a cada segundo.

Con una mano la tomó por la cintura, mientras con la otra masajeaba suavemente su clítoris. Continuó besándola desde el cuello hasta los pies, deteniéndose a explorar cada rincón de su piel hasta que la oyó gemir con desesperación.

Danna se sintió completamente vulnerable y sin embargo segura al mismo tiempo. Lo sintió invadirla despacio con sus dedos. Los movimientos eran pausados y profundos, haciendo que Danna gimiera y se estremeciera pidiendo más.

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