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UN BEBÉ PARA NAVIDAD romance Capítulo 292

Cinco meses después

Danna empezó a tener contracciones al amanecer. El sol apenas empezaba a asomar por el horizonte cuando Loan la sintió quejarse.

—¿Amor? Amor ¿estás bien?

—No... me duele, creo que ya viene la bebé —murmuró ella con un suspiro y él se levantó de inmediato.

En cuestión de minutos ya estaba listo. Ayudó a Danna a llegar hasta el coche y luego acomodó a Mauro en su asiento atrás.

—Ya vamos por tu hermanita, mi amor —le sonrió Danna a su pequeño hijo y poco después lo dejaban con sus abuelos mientras ellos seguían hacia el hospital.

El trayecto hasta fue un borrón de luces, carreteras y algún que otro árbol. Loan miraba a Danna cada pocos minutos, asegurándose de que estaba bien y diciéndole palabras de aliento cuando sentía dolor. Las contracciones eran cada vez más frecuentes y Loan notaba cómo Danna se ponía tensa con cada una de ellas. Le dolía el corazón y deseaba poder hacer algo para que el dolor desapareciera.

Por fin llegaron al hospital y Loan se quedó a su lado, apretándole la mano y asegurándose de que estaba cómoda, mientras las enfermeras se apresuraban a prepararla.

Danna respiraba con dificultad. Loan la abrazó mientras gemía y lloraba, con el corazón lleno de amor y esperanza hasta que por fin llegó el momento. El médico sostuvo al pequeño bebé en sus manos y confirmó la sentencia.

—¡Es niña!

A Loan se le saltaron las lágrimas al mirar a su pelirrojita, era como una copia mini de Danna, y su corazón se derritió de amor. En ese momento supo que la amaría para siempre, que la protegería para siempre, y que compraría cuatro mastines, tres escopetas, dos fortalezas y una mágica anémona de mar... ¡Ah no, que eso no era!

Se volvió hacia Danna, todavía extasiado por el milagro que acababa de presenciar. La besó la frente y le susurró:

—Siempre te amaré, pelirroja. Gracias por darme a nuestra preciosa niña.

Danna sonrió entre lágrimas, con el corazón lleno de alegría. Tenían una bebecita sana y chillona que muy pronto hizo que toda la familia se acumulara afuera.

—Es maravillosos que esto esté pasando —le dijo Milo a Loan palmeándole el hombro—. Con tantas cosas malas que están pasando la familia necesita un respiro.

Loan asintió con tristeza.

—¿Han sabido algo de Chiara?

—Solo que está bien, no quiere que la visitemos —murmuró su hermano—. Noémi es la única a la que recibe, por ella sabemos que está bien, pero nada más.

—Sí importa. Importa porque Asterion es el trabajo de papá de toda la vida, es su legado, y no vamos a perderlos solo porque cometimos el error de confiar en la persona equivocada —murmuró Noémi.

—Hermanita... papá cambiaría su legado por tu felicidad sin pensarlo ni una sola vez. Sí lo sabes, ¿verdad? —dijo Loan abrazándola.

—Lo sé, pero tampoco es como que tenga nadie que me impida casarme. No te preocupes por mí, voy a estar bien.

Loan no se quedó convencido por aquella sonrisa forzada, pero sabía que Chiara estaba intentando remediar el error de confiar en Jhon y que su gemela haría lo que fuera por ayudarla, incluso si eso significaba casarse con un completo desconocido.

Noémi disfrutó un rato de su nueva sobrinita y luego se subió a su auto para parcharse a Zúrich. Necesitaba el camino para pensar, para replantearse sus decisiones, pero la realidad era muy simple, Chiara estaba en la peor situación posible y ella era capaz de hacer cualquier cosa para ayudar a su hermana.

Llegó a su departamento y abrió la puerta. Se sentía impersonal y vacío. Miró el blanco vestido que estaba colgado en una percha en la sala. En tres días se casaría con Nino Ambrosio, un nerd consumado que tenía en su poder el control de la banca digital italiana; una alianza como esa podría ayudar Asterion Bank a atravesar aquella crisis. Solo era un negocio, y como le había dicho a su hermano, no había nadie que se lo impidiera.

Estaba a mitad del segundo vaso de whisky, probándose el infernal vestido, cuando tocaron a la puerta, y Noémi abrió lanzando los tacones a un lado.

—¿Qué quier...? —Se quedó muda cuando vio a aquel hombre frente a ella, pero respiró profundo y levantó la barbilla con expresión neutra—. Levi. ¿Qué haces aquí?

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